24 marzo 2004

Un médico entre la vida y su propia muerte

Un médico entre la vida y su propia muerteLa enfermedad tiene dos aspectos diferentes. Uno, es la enfermedad en relación con los demás; y otro, el que se refiere a uno mismo. Como médico conozco muy bien... o conocía, la primera parte..."


LA EUTANASIA, ESA BRUTALIDAD

¿Qué piensa Ortiz de Landázuri de la eutanasia?

-Me desgarra el alma pensar que se va a implantar la eutanasia. ¿Quién es dueño de la vida para matar al enfermo o al no nacido?. Tampoco soy partidario de mantener vidas artificiales, como cuando el cuerpo sigue en este mundo sólo por su conexión a máquinas sofisticadas. Eso no se puede hacer: la muerte no es tan indigna como para no ser aceptada en su momento.

También, por dignidad, Ortiz de Landázuri entiende que, cuando no hay medios técnicos que los curen en los hospitales, los enfermos están mejor en sus casas, con su gente. Eso sí, siempre que esa vida no pueda agarrarse al mundo en un hospital.

Don Eduardo aprendió a reconocer en sus últimos meses de vida el rostro de la que sería su muerte. No conoce la hora ni el lugar, pero vislumbra ya el modo, todas aquellas incógnitas que a la mayor parte de los hombres les impide ver con claridad el fin hacia el cual, cada minuto, cada hora y cada día, avanzan. Aunque advierte:

E.O. -No sé tanto sobre ella, los tumores son tan distintos... Y la metástasis quizá me coja el cerebro, el hígado, o no sé dónde. Lo que preveo -y lo digo sin tristeza- es que pronto me tocará morir.

El fue quien vio primero las placas de su cuerpo y descubrió la existencia de un tumor. Fue el primero también en saber que necesitaba pasar por un quirófano cuando una biopsia le confirmó que el tumor que crecía era cancerigeno. Ahora agradece que los médicos hayan sido, como él les enseñó: veraces, claros también con él.

ACEPTAR LA VOLUNTAD DE DIOS

E.O. -La noticia de mi enfermedad irreversible la recibí tranquilo, aunque no me la sospechaba. Es tan misterioso el nacimiento y el desarrollo de un cáncer, tan distinta su evolución... En mi familia causó dolor, pero todos acogimos el descubrimiento con paz. Un diagnóstico irreversible te enseña muchas cosas. Te hace ver, como yo siempre he creído, que la ciencia y la fe están juntas y que unidas dan mucho más fruto. Y también comprendes que la muerte no tiene tanta importancia, sobre todo cuando le toca a uno. Claro es que no puede decirse que no tiene ninguna importancia, pero hay que aceptarla con serenidad. Dicen que Dios da conformidad y es cierto. Ahora me he hecho a la idea de que voy a faltar del mundo y no voy a negar que preferiría pasar ese trance sin dolor. Acepto, sin embargo, lo que Dios quiera darme. Tengo fe en él y ahora, lo que más le pido, es que esta fe que siempre me ha acompañado no me abandone en mi hora final, cuando más la necesito. Me gustaría que a mi familia no le faltara nada cuando yo me vaya...

Ahora habla don Eduardo a los suyos acerca del lugar a donde irá. Primero, a la tierra:

E.O. -Me da igual una sepultura, un nicho o la fosa común. Ni tengo dinero ni vanidad para ocupar un panteón.

Y después, al lugar donde siempre ha querido ir:

E.O. -Eso es lo único que de verdad me preocupa. Quiero ir al Cielo. Sí, creo en el cielo. El lugar donde gozaré de la contemplación de Dios. ¿Cómo? Mi mente es demasiado limitada para entenderlo y explicarlo. Pero allí quiero ir.

Don Eduardo cree también que el Infierno "desgraciadamente existe"; y el Purgatorio. Espera, dice, que al final pesen más sus trabajos buenos, la santificación que ha procurado de su trabajo profesional y de sus deberes de cristiano, atendiendo y curando enfermos, que los errores humanos y profesionales que ha podido tener.

E.O. -He intentado pasar por la vida haciendo el bien que he podido. Lo he intentado, pero no quiero que me digan que lo he conseguido, porque me asusta mi posible vanidad. Quiero ir al cielo y allí no hay sitio para los vanidosos.

Eduardo Ortiz de Landázuri aprendió a convivir con aquel monstruo interior que un día del año 1984 devoraría su cuerpo. Uno de sus libros de cabecera era "Camino"; en sus palabras nos ha parecido escuchar el eco del punto 739: "No tengas miedo a la muerte. -Acéptala, desde ahora, generosamente..., cuando Dios quiera..., como Dios quiera..., donde Dios quiera. No lo dudes: vendrá en el tiempo, en el lugar y del modo que más convenga..., enviada por tu Padre-Dios. -¡Bienvenida sea nuestra hermana la muerte! ([3])