23 junio 2012

Sobre los niños que mueren sin bautismo


Él puede salvar también por vías extraordinarias, cuando la persona, sin culpa suya, es privada del bautismo. Lo ha hecho, por ejemplo, con los Santos Inocentes, muertos también ellos sin bautismo. La Iglesia siempre ha admitido la posibilidad de un bautismo de deseo y de un bautismo de sangre


Celebramos la Natividad de San Juan Bautista. Se trata de una fiesta antiquísima; se remonta al siglo IV. ¿Por qué la fecha del 24 de junio? Al anunciar el nacimiento de Cristo a María, el ángel le dice que Isabel, su pariente, está en el sexto mes. Por lo tanto el Bautista debía nacer seis meses antes que Jesús y de este modo se respeta la cronología (el 24, en vez del 25 de junio, se debe a la forma de calcular de los antiguos, no por días, sino por Calendas, Idus y Nonas). Naturalmente estas fechas tienen valor litúrgico y simbólico, no histórico. No conocemos el día ni el año exacto del nacimiento de Jesús y por lo tanto tampoco del Bautista. Pero, ¿esto qué cambia? Lo importante para la fe es el hecho de que ha nacido, no cuándo ha nacido.

El culto se difundió rápidamente y Juan Bautista se convirtió en uno de los santos a los que están dedicadas más iglesias en el mundo. Veintitrés papas tomaron su nombre. Al último de ellos, al Papa Juan XXIII, se le aplicó la frase que el Cuarto Evangelio dice del Bautista: «Hubo un hombre enviado por Dios; se llamaba Juan». Pocos saben que la denominación de las siete notas musicales (Do, Re, Mi, Fa, Sol, La, Si) tienen relación con Juan Bautista. Se obtienen de la primera sílaba de los siete versos de la primera estrofa del himno litúrgico compuesto en honor al Bautista. 

El pasaje del Evangelio habla de la elección del nombre de Juan. Pero es importante también lo que se escucha en la primera lectura y en el salmo responsorial de la festividad. La primera lectura, del libro de Isaías, dice: «El Señor desde el seno materno me llamó; desde las entrañas de mi madre recordó mi nombre. Hizo mi boca como espada afilada, en la sombra de su mano me escondió; hízome como saeta aguda, en su carcaj me guardó». El salmo responsorial vuelve sobre este concepto de que Dios nos conoce desde el seno materno: 

«Tú mis vísceras has formado,
me has tejido en el vientre de mi madre...
Mi embrión tus ojos veían». 

Tenemos una idea muy reductiva y jurídica de persona que genera mucha confusión en el debate sobre el aborto. Parece como si un niño adquiriera la dignidad de persona desde el momento en que ésta le es reconocida por las autoridades humanas. Para la Biblia persona es aquél que es conocido por Dios, aquél a quien Dios llama por su nombre; y Dios, se nos asegura, nos conoce desde el seno materno, sus ojos nos veían cuando éramos aún embriones en el seno de nuestra madre. La ciencia nos dice que en el embrión existe, en desarrollo, todo el hombre, proyectado en cada mínimo detalle; la fe añade que no se trata sólo de un proyecto inconsciente de la naturaleza, sino de un proyecto de amor del Creador. La misión de San Juan Bautista está toda trazada, antes de que nazca: «Y tú, niño, serás llamado profeta del Altísimo, pues irás delante del Señor para preparar sus caminos...». 

La Iglesia ha considerado que Juan Bautista fue santificado ya en el seno materno por la presencia de Cristo; por esto celebra la festividad de su nacimiento. Esto nos ofrece la ocasión para tocar un problema delicado, que se ha convertido en agudo a causa de los millones de niños que, sobre todo por la terrible difusión del aborto, mueren sin haber recibido el bautismo. ¿Qué decir de ellos? ¿También han sido de alguna manera santificados en el seno materno? ¿Hay salvación para ellos? 

Mi respuesta es sin vacilación: claro que hay salvación para ellos. Jesús resucitado dice también de ellos: «Dejad que los niños vengan a mí». Según una opinión común desde la Edad Media, los niños no bautizados iban al Limbo, un lugar intermedio en el que no se sufre, pero tampoco se goza de la visión de Dios. Pero se trata de una idea que no ha sido jamás definida como verdad de fe por la Iglesia. Era una hipótesis de los teólogos que, a la luz del desarrollo de la conciencia cristiana y de la comprensión de las Escrituras, ya no podemos mantener. 

Cuando expresé hace tiempo esta opinión mía en uno de estos comentarios dominicales, recibí diferentes reacciones. Algunos mostraban gratitud por esta toma de posición que les quitaba un peso del corazón; otros me reprochaban que entrara en la doctrina tradicional y disminuyera la importancia del bautismo. Ahora la discusión está cerrada porque recientemente la Comisión Teológica Internacional que trabaja para la Congregación [vaticana] para la Doctrina de la Fe ha publicado un documento en el que afirma lo mismo. 
Me parece útil volver sobre el tema a la luz de este importante documento para explicar algunas de las razones que han llevado a la Iglesia a esta conclusión. Jesús instituyó los sacramentos como medios ordinarios para la salvación. Son, por lo tanto, necesarios, y quien pudiéndolos recibir, contra la propia conciencia los rechaza o los descuida, pone en serio peligro su salvación eterna. Pero Dios no se ha atado a estos medios. Él puede salvar también por vías extraordinarias, cuando la persona, sin culpa suya, es privada del bautismo. Lo ha hecho, por ejemplo, con los Santos Inocentes, muertos también ellos sin bautismo. La Iglesia siempre ha admitido la posibilidad de un bautismo de deseo y de un bautismo de sangre, y muchos de estos niños han conocido de verdad un bautismo de sangre, si bien de naturaleza distinta... 

No creo que la clarificación de la Iglesia aliente el aborto; si así fuera sería trágico y habría que preocuparse seriamente, no de la salvación de los niños no bautizados, sino de los padres bautizados. Sería burlarse de Dios. Tal declaración dará, al contrario, un poco de alivio a los creyentes que, como todos, se cuestionan consternados por la suerte atroz de muchos niños del mundo de hoy. 

Volvamos a Juan Bautista y a la fiesta del domingo. Al anunciar a Zacarías el nacimiento de su hijo, el ángel le dijo: «Isabel, tu mujer, te dará a luz un hijo, a quien pondrás por nombre Juan; será para ti gozo y alegría, y muchos se gozarán en su nacimiento» (Lucas 1, 13-14). Muchos en verdad se han alegrado por su nacimiento, si a la distancia de veinte siglos seguimos aún hablando de ese niño. 

Desearía hacer de esas palabras la expresión de un deseo a todos los padres y madres que, como Isabel y Zacarías, viven el momento de la espera o del nacimiento de un niño: ¡que también vosotros podáis gozaros y alegraros en el niño o en la niña que Dios os ha confiado y os alegréis de su nacimiento por toda vuestra vida y por la eternidad!


22 junio 2012

Después del aborto


Paula Vandegaer, LCSW

Karen tiene 23 años. Terminó la universidad el año pasado y consiguió el trabajo de sus sueños en artes gráficas. El trabajo es creativo e implica muchos desafíos. Karen es bonita y tiene muchos amigos, y en el trabajo con frecuencia la incluyen en el círculo de fiestas. Debería estar feliz y entusiasmada. Después de todo, su vida está comenzando justamente como lo planeó cuidadosamente. Pero en cambio, se siente muerta y apagada por dentro. Mantiene su empleo, pero no le da la alegría que creía que le iba a dar. Se siente distante de sus recompensas. No se siente tan creativa como antes, ni comprende el oscuro y distante dolor que siente a pesar de sus logros.

Karen tuvo un aborto cuando estaba en la universidad. Creía tener una relación seria comprometida con su novio, pero cuando le dijo que estaba embarazada,  se mostró muy descontento con la noticia. Le dijo que la decisión dependía de ella, pero si ella quería abortar, él lo pagaría. Ella sintió su falta de compromiso para con ella y su bebé y decidió abortar. Dos de sus compañeras de cuarto habían abortado, y parecían estar bien después del aborto. ¿Qué es lo que hizo mal que se siente tan deprimida por el aborto?

La historia de Karen se repite día a día en universidades y escuelas secundarias del país. Desde 1973 cuando la resolución de Roe v. Wade legalizó el aborto, se estima que 28 millones de mujeres en Estados Unidos han tenido uno o más abortos. Estas eran mujeres que se sentían desafiadas y estresadas a causa de las circunstancias que rodeaban el embarazo, y las personas en las que normalmente recurrirían para pedirles apoyo en circunstancias difíciles no podían, no querían o no estaban disponibles para ayudar con un embarazo en crisis. Novios, incluso esposos, decían que no estaban ‘preparados para ser padres’. Una mujer que no tiene el apoyo y la aprobación gustosa del padre para ayudar a criar al hijo tiene más probabilidades de elegir el aborto.

La sociedad les dice a las mujeres jóvenes como Karen que el aborto resolverá su problema. No dice nada sobre los problemas que origina el aborto. Los defensores del aborto aseguran que es un procedimiento simple sin un impacto duradero. Y las mujeres que saben más, no hablan, ciertamente no en forma pública, sobre cómo el aborto empeoró su vida. Se sienten avergonzadas sobre el aborto y sobre su incapacidad de ‘simplemente tratarlo como tal’ como creen que otras mujeres lo hacen. Entonces la desilusión continúa.

Pero si la sociedad niega la pérdida que es para la madre, su cuerpo no. Dios prepara a una mujer psicológica y físicamente para la maternidad. Cuando una mujer está embarazada, se siente diferente. A los pocos días de la concepción, incluso antes que el pequeño embrión se haya anidado en la pared uterina, una hormona denominada ‘factor temprano de embarazo’ se encuentra en el torrente sanguíneo, alertando a las células del cuerpo que hay un embarazo. Su cuerpo ahora puede desear diferentes alimentos, tal vez necesite más descanso. Nuevas células comienzan a crecer en sus senos, células que madurarán y secretarán leche formulada especialmente para las necesidades del recién nacido. Comienza a pensar en ‘bebé’. Nota a los bebés en la calle, en las tiendas, en la televisión. Tal vez sueñe con su bebé a la noche, y fantasee sobre su bebé durante el día. ¿Qué nombre le pondré? ¿A quién se parecerá?

Pero si quiere someterse a un aborto debe tratar de detener este proceso. Debe negar los sentimientos maternales que entran en su conciencia. Debe creer que lo que está dentro suyo no es completamente un bebé. Debe detener el proceso de pensar sobre su bebé como ‘su bebé’.

Pero aunque su cuerpo diga una cosa, su vida emocional y las células de su cuerpo dicen otra. Si se hace el aborto, las mismas células de su cuerpo recuerdan el embarazo y saben que el proceso de cambio que tenía lugar se detuvo de una manera no natural. Su cuerpo y sus emociones le dicen que es una madre que ha perdido un hijo. Y entonces no sorprende que después del aborto, comience a surgir un dolor desde lo profundo de su corazón. Tiene que llorar una pérdida, pero no puede permitirse sentir la pena. Sentir dolor sería admitir que un niño fue asesinado en el aborto y que ella comparte la responsabilidad de la muerte de su hijo. Esta es una carga muy pesada de soportar, y por lo tanto, recurre a las negaciones con el fin de sobrevivir: niega la humanidad del bebé, ‘no era un bebé, entonces no tengo nada que llorar ni sentir culpa’, y niega su dolor emocional. ‘Me debería sentir okay con esto’, razona. ‘Todos se sienten así. No debo sentirme de esta manera ni pensar en el aborto’.

El aborto es una experiencia sumamente antinatural para el cuerpo de una mujer y su instinto maternal. Las reacciones negativas son de esperarse y no dependen de las creencias religiosas de una persona ni de la salud mental general. Es cierto que las mujeres y hombres con problemas psicológicos previos o con fuertes creencias religiosas son más vulnerables a sufrir problemas posaborto, pero hay repercusiones para todas las mujeres que participan en un aborto. En un estudio realizado por Anne Speckhard, Ph.D, el 85% de las mujeres declararon que se sorprendieron por la intensidad de su reacción emocional al aborto. Estas reacciones incluían incomodidad con niños, sentimientos de baja autoestima, culpa, sentimientos de enojo, depresión, dolor, aumento en el uso del alcohol, llanto, incapacidad de comunicarse y sentimientos suicidas. Sin embargo, el 72% de estas personas reportaron no tener ninguna afiliación religiosa identificable al momento del aborto.

Las reacciones posaborto son específicas e identificables. Se originan principalmente desde el problema de negación y supresión de sentimientos. Cuando suprimimos una de nuestras emociones, afecta a todas ellas. Esta es la base del trauma posaborto: la negación del bebé y de nuestros sentimientos. Esto origina síntomas de revivir, eludir y del dolor reprimido.

Revivir: El trauma del aborto se puede revivir de varias maneras. Algunas mujeres tienen recuerdos y escenas retrospectivas del aborto y sueños del niño no nacido. Algunas atraviesan por una intensa angustia ante personas o cosas que les hacen recordar el aborto, como ver mujeres embarazadas o pasar por una clínica de abortos. El intenso sufrimiento y depresión puede ocurrir en los aniversarios del aborto o de la fecha estimada de parto del bebé.

Se pueden dar muchos ejemplos de revivir. Muchas mujeres con las que he trabajado tienen dificultades para tener un examen cervical o para ir al hospital. Estos hechos les causan una ansiedad tal que no pueden tolerarlos. Muchas mujeres que conozco tienen pesadillas sobre el aborto o el bebé. Un extenso estudio de Finlandia que examinó todos los suicidios entre mujeres en un período de ocho años descubrió que la tasa de suicidios en mujeres que tuvieron un aborto era tres veces superior a la tasa de la población general y casi seis veces superior a la tasa de mujeres que habían dado a luz.

Los centros de servicios pro vida para el embarazo en EE. UU. informan que muchas mujeres van a los centros embarazadas de nuevo en la fecha de aniversario del aborto o en la fecha del nacimiento del bebé abortado. Esto puede ser un intento de enfrentarse a la tristeza que tienen en estos días. Una encuesta a 83 mujeres que habían abortado realizada por Kathleen Franco, M.D. del Medical College de Ohio ilustra lo extendido que está el problema de las reacciones en los aniversarios. Treinta de las encuestadas tuvieron reacciones físicas o emocionales el día del aniversario del aborto o la fecha estimada de parto. Estos incluían problemas tales como pensamientos suicidas, dolores de cabeza, síntomas cardíacos, ansiedad, abuso de alcohol y drogas, o más abuso verbal hacia sus hijos.

Las mujeres también muestran síntomas de evasión. Estos incluyen evadir todo lo que esté asociado con el trauma del aborto o entumecer la sensibilidad que estaba presente antes del aborto. Esto incluye esfuerzos para evitar o negar pensamientos o sentimientos asociados con el aborto; esfuerzos para evitar actividades, situaciones o información que pueda hacerles recordar el aborto; incapacidad de recordar la experiencia del aborto o un aspecto importante de este. Otros síntomas importantes incluyen un muy reducido interés en actividades de importancia, sentimientos de desprendimiento o alejamiento de otras personas, abandono de relaciones o menos comunicación. Algunas mujeres han restringido el alcance del afecto, tal como la incapacidad de tener sentimientos de amor y cariño.

Karen, a la cual conocimos al principio de este artículo, es un ejemplo de los problemas causados por la evasión. Aunque tiene un buen trabajo y un estilo de vida feliz, al no permitir salir al consciente sus sentimientos de pena y culpa, no puede sentir todas sus emociones. Tiene que estar alerta para no pensar sobre su aborto. Como comúnmente sucede, muy poco después del aborto la relación con el novio terminó. Ya no podía relacionarse con él. Las mujeres que tuvieron un aborto se pueden agrupar de la siguiente manera: 
1) las que sufren reacciones posaborto de forma aguda o crónica; y
2) las que no tienen problemas identificables ahora pero están en riesgo en un ‘tiempo de estrés’ en el futuro (como por ejemplo, un embarazo, crisis en la vida, muerte de un ser querido). Las reacciones pueden ser severas o leves y pueden variar durante la vida de una persona.
Tristemente muchas mujeres no buscan ayuda por los problemas relacionados con el aborto hasta cinco a doce años después del aborto. Mientras tanto, pueden sufrir profundamente ya que estos síntomas pueden volver a ocurrir de manera periódica. Se pueden intentar diversos métodos para manejar el dolor resultante: alcohol, drogas recetadas y drogas ilegales, promiscuidad, hiperactividad (adicción al trabajo), culparse a sí misma estando en una relación abusiva o desarrollando desórdenes en la alimentación, como por ejemplo. Otras pueden intentar reemplazar al hijo perdido quedando embarazadas nuevamente, y otras recrean el embarazo y el aborto, esperando hacer que la experiencia sea una rutina y no traumática (o para castigarse a sí mismas). Desgraciadamente, cada una de estas estrategias produce más dolor y problemas.

A veces las reacciones al aborto tardan mucho en manifestarse. Al madurar y tener la oportunidad de reflexionar sobre nuestra vida, lamentamos nuestras decisiones pasadas. A veces los consejeros se encuentran con mujeres mayores vencidas a causa del dolor por la pérdida de un hijo abortado que ocurrió muchas décadas atrás, un dolor que ha sido enterrado, más o menos con éxito, hasta ese momento. Una amiga hace poco me contó de una mujer de setenta y cinco años que conocía que sollozaba de forma incontrolable por un aborto ocurrido hacía más de cincuenta años. Nunca pudo tener otro hijo y enfrentaba la posibilidad de vivir su vejez en soledad.

Más del 25% de las mujeres (de 15 años o más) en Estados Unidos ha tenido un aborto. Las mujeres, y todos los que participaron en la decisión de abortar, deben de creer, o tratan de creer, que no había una vida humana presente en el seno materno. Admitirlo es admitir complicidad en el asesinato de un ser humano inocente. Condenar el aborto significaría condenarse a sí mismos o condenar a la esposa, hija, hermana o amiga a quien aman. Y la sociedad se niega a reconocer los hechos indisputables sobre la vida humana antes del nacimiento.

Muchas personas cercanas a una mujer con un embarazo en crisis no se sienten cómodas con la decisión de abortar, pero no saben qué decir. Quieren apoyar y no juzgar, entonces dicen algo como: “Realmente estás en una mala situación y te apoyo en lo que decidas”. La respuesta útil y correcta sería: “No abortes. No te abandonaré. Juntos encontraremos una manera para que tengas a tu bebé”.

Una historia auténtica ilustra cómo el aborto daña a otras personas más allá del bebé y la madre. Joanne y Rob (no son sus nombres verdaderos) estaban casados y tenían hijos. Rob perdió su trabajo y rápidamente se estaban quedando sin ahorros cuando Joanne quedó embarazada y sintió que debería abortar. Rob reiteradamente le suplicaba que no lo hiciera. Joanne tenía sentimientos ambivalentes y decidió buscar el consejo de su madre, la cual era para ella una buena católica y alguien a quien admiraba.

La madre de Joanne la escuchó con consideración y con una voz compasiva dijo: ‘Comprendo lo que sientes y por qué quieres un aborto. En algunos de mis embarazos, pensé en abortar también, y puedo ver por qué sientes que tiene sentido en esta situación. Te apoyaré en lo que decidas’.

Joanne sintió que su madre le daba permiso para abortar y entonces lo llevó a cabo. Poco después, Rob consiguió un nuevo trabajo, su situación financiera mejoró, y Joanne sufrió una severa reacción de dolor, ansiedad y culpa que requirió asistencia psiquiátrica activa. Estaba muy enojada, no con su esposo que se oponía al aborto, sino con su madre, de quien esperaba que le dijera que no lo hiciera. El aborto afectó a toda la familia, la relación de matrimonio, a los otros hijos que sabían que abortaron a un hermano o hermana, su relación con su madre y con otros parientes que sabían o suponían. Rob se había sentido impotente, incapaz de proteger la vida de su hijo y sintió que Joanne había perdido la confianza en su capacidad de mantener a la familia. El aborto les enseñó a todos que su familia no era tan segura ni cercana como creían. Fueron capaces de permitir que un familiar fuera sacrificado antes de ayudarse unos a otros con un préstamo u otra ayuda. El aborto afectó la seguridad de la familia en forma más permanente que los problemas financieros lo hubieran hecho.

La Iglesia Católica desde hace tiempo reconoce el impacto del aborto en las mujeres y sus familias. Mientras la ley y la sociedad por lo general enfrentan los intereses de una madre contra los de su hijo por nacer, la Iglesia reconoce que sus mejores intereses están unidos. Lo que es mejor para el hijo es también lo mejor para la madre.

El Proyecto Raquel comenzó hace quince años como un programa de acercamiento de la Iglesia Católica a las mujeres, hombres y familias que habían sido afectados por el aborto. La Iglesia es un lugar de sanación. Dice la verdad sobre el aborto a hombres y mujeres que consideran realizarlo. ‘¡No lo hagas! Está mal y te va a lastimar a ti y al bebé’, pero también dice toda la verdad: ‘Si has abortado, la misericordia de Dios es lo suficientemente grande para perdonarlo, también”. Jesús ofrece perdón y sanación. Ofrece esperanza y la promesa de la resurrección y la reunión con el hijo que espera a sus padres en el cielo.

Las personas que llaman al Proyecto Raquel son remitidas a consejeros profesionales o a sacerdotes que han recibido una capacitación especial para proporcionar guía espiritual y el Sacramento de la Reconciliación. Pero básicamente cada uno en la Iglesia es parte del  Proyecto Raquel . Cada uno es parte del ministerio de sanación de Cristo. Tal vez conozcas a alguien que crees que haya abortado. Nunca acuses ni enfrentes. Una palabra simple que toque su corazón y los saque del miedo y el aislamiento pueden comenzar el proceso de sanación.

Tal vez digas algo como: ‘Sabes, acabo de leer este artículo sobre el trauma posaborto. Decía que las mujeres y hombres que han pasado por un aborto pueden sufrir durante años con remordimiento, depresión, ansiedad, pesadillas y preocupación por la decisión tomada. Muchas veces creen que algo malo les pasa, pero en realidad están sufriendo el duelo de la pérdida de su hijo’. Puedes continuar explicando que la Iglesia tiene un ministerio, el  Proyecto Raquel  como forma de sanación. Simplemente el dar a la gente esta clase de información puede ayudar. Reza para que finalmente hablen con alguien. En una ‘reflexión especial para las mujeres que han recurrido al aborto’ en el Evangelio de la Vida, el Papa Juan Pablo II explica como su vida puede transformarse mediante el ministerio de sanación de la Iglesia:

Os daréis cuenta de que nada está perdido y podréis pedir perdón también a vuestro hijo que ahora vive en el Señor. Ayudadas por el consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, podréis estar con vuestro doloroso testimonio entre los defensores más elocuentes del derecho de todos a la vida. Por medio de vuestro compromiso por la vida, coronado eventualmente con el nacimiento de nuevas criaturas y expresado con la acogida y la atención hacia quien está más necesitado de cercanía, seréis artífices de un nuevo modo de mirar la vida del hombre”.

El Evangelio de la Vida, 99c

La Hermana Paula Vandegaer es trabajadora social clínica certificada, directora ejecutiva de International Life Services y editora de la revista Living World


 

19 junio 2012

Chiara Corbella Petrillo: la segunda Gianna Beretta Molla


 Por Salvatore Cernuzio ROMA, lunes 18 junio 2012 (ZENIT.org)
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ROMA, lunes 18 junio 2012 (ZENIT.org).- Este sábado, en la iglesia de Santa Francisca Romana de Roma, se celebró el funeral de la joven Chiara Petrillo, tras un sufrimiento de cerca de dos años provocada por un tumor.

Una ceremonia nada fúnebre, una gran fiesta en la que participaron cerca de mil personas que llenaron la iglesia, cantando, tocando, aplaudiendo desde la entrada del féretro hasta su salida.

Es una historia extraordinaria la de Chiara que se ha difundido por la red, tanto que el video en Youtube ha registrado más de 500 visionados en un solo día.

Esta joven romana de solo 28 años, bella, luminosa, con la sonrisa siempre en los labios, murió por retrasar el tratamiento que habría podido salvarla, con tal de acabar el embarazo de Francisco, un niño esperado desde el primer momento de su matrimonio con Enrico.

No era el primer embarazo de Chiara. Los dos anteriores acabaron con la muerte de los niños, con graves malformaciones, nada más nacer.

Sufrimientos, traumas, sentimiento de desánimo, pero Chiara y Enrico nunca se cerraron a la vida, con lo que tras algún tiempo llegó otro embarazo: Francisco.

Esta vez las ecografías confirmaban la buen salud del niño, sin embargo al quinto mes a Chiara los médicos le diganosticaron una lesión de la lengua que tras una primera intervención, se confirmó ser la peor de las hipótesis: un carcinoma.

Desde entonces, una serie de luchas. Chiara y el marido, sin embargo, no perdieron la fe y “aliándose” con Dios decidieron una vez más decir sí a la vida.

Chiara defendió a Francisco sin pensárselo dos veces y aún corriendo un grave riesgo, retrasó su tratamiento llevando adelante la maternidad. Sólo tras el parto la joven pudo someterse a una nueva intervención quirúrgica más radical y luego a los sucesivos ciclos de quimio y radioterapia.

Francisco nació sano y guapo el 30 de mayo de 2011; pero Chiara, consumida hasta perder incluso la vista del ojo derecho, tras un año, no lo superó. El miércoles pasado, hacia mediodía, rodeada de parientes y amigos, acabó la batalla. Contra el “dragón” que la perseguía, como ella definía el tumor, en referencia a la lectura del Apocalipsis.

Como, sin embargo, se lee en la misma lectura –elegida no por casualidad para la ceremonia fúnebre- una mujer ha vencido al dragón. Chiara, en efecto, habrá perdido su combate terreno pero ha ganado la vida eterna y ha dado a todos un verdadero testimonio de santidad.

“Una segunda Gianna Beretta Molla”, la definió el cardenal vicario de Roma Agostino Vallini, que quiso rendir homenaje con su presencia a Chiara, a la que había conocido hace unos meses junto a Enrico.

“La vida es como un bordado del que vemos el revés, la parte desordenada y llena de hilos –dijo el purpurado--, pero de vez en cuando la fe nos permite ver un borde de la parte derecha”. Es el caso de Chiara, según el cardenal: “Una gran lección de vida, una luz, fruto de un maravilloso designio divino que se nos escapa, pero que existe”.

“Yo no sé lo que Dios ha preparado para nosotros a través de este mujer –añadió- pero es seguramente algo que no podemos perder; por ello recojamos esta herencia que nos recuerda dar el justo valor a cada pequeño o gran gesto cotidiano”.

“Esta mañana estamos viendo, lo que hace dos mil años vivió el centurión, cuando viendo morir a Jesús dijo: Este era verdaderamente el hijo de Dios”, dijo en su homilía fray Vito, joven franciscano, conocido en Asís, que asistió espiritualmente a Chiara y a su familia en el último periodo.

“La muerte de Chiara ha sido el cumplimiento de una plegaria”, añadió. La joven, contó el fraile, “tras la diagnosis médica del 4 de abril que la declaraba 'enferma terminal', pidió un milagro: no la curación, sino de hacer vivir estos momentos de enfermedad y sufrimiento en la paz a ella y a las personas más cercanas”.

“Y nosotros –dijo fray Vito visiblemente emocionado- hemos visto morir a una mujer no sólo serena sino feliz”. Una mujer que vivió gastando su vida por amor a los otros, llegando a confiar a Enrico: “quizá la curación en el fondo no la quiero, un marido feliz y un niño sereno sin la mamá son un testimonio más grande respecto a una mujer que ha superado la enfermedad. Un testimonio que podría salvar a tantas personas...”.

A esta fe Chiara llegó poco a poco, precisó fray Vito, “siguiendo la regla asumida en Asís por los franciscanos que tanto amaba: pequeños pasos posibles”. Un modo, explicó, “para afrontar el miedo del pasado y del futuro frente a los grandes eventos, y que enseña a empezar por las cosas pequeñas. Nosotros no podemos transformar el agua en vino, pero sí empezar a llenar las tinajas. Chiara creía en esto y esto la ayudó a vivir una buena vida y por tanto una buena muerte, paso a paso”.

Todos los asistentes se llevaron de la iglesia una plantita –por voluntad de Chiara que no quería flores en su funeral sino que cada uno recibiera un regalo- y en el corazón un “pedacito” de este testimonio, orando y pidiendo la gracia a esta joven mujer a la que quizá un día llamarán beata Chiara Corbella.

  

Proyecto Raquel: un ministerio en el corazón de la Iglesia




En respuesta a la legalización del aborto, en 1975 los Obispos Católicos en los Estados Unidos de Norte América comprometieron "los recursos pastorales de la Iglesia" a "las necesidades específicas de... aquellos que han tenido o han participado en un aborto" (Plan Pastoral para las Actividades Pro-Vida [1975], n. 6). Ellos hicieron hincapié en que "es importante que nos demos cuenta de que la misericordia de Dios está siempre disponible y sin límite, que la vida cristiana puede ser restaurada y renovada a través de los sacramentos"(n.24).

El Proyecto Raquel, el ministerio post-aborto de la Iglesia Católica en los Estados Unidos de Norte América y otros países, es una red de consejeros, incluyendo sacerdotes, consejeros laicos, y otros que brindan atención pastoral a los que sufren después de participar en un aborto. El Proyecto Raquel incluye otros recursos, tales como retiros y grupos de apoyo, pero es principalmente una red de sanación que une a los necesitados de consejería  con los sacramentos.

Para la mayoría de las mujeres, las secuelas del aborto no es solo una patología física, sino también de pena y culpa. Estos sentimientos necesitan sanación espiritual y psicológica. Ambos aspectos deben ser abordados en el proceso de curación. El dolor y la culpa son reacciones normales de una mujer que ha perdido a un hijo o hijos. Ella puede experimentar este dolor inmediatamente después de su aborto, o puede no llegar a comprender esto por muchos años, cuando un "incidente desencadenante" de repente la hace consciente de su necesidad de curación. Es entonces cuando y donde la Iglesia tiene que estar preparada para ella. El Proyecto Raquel se encuentra en el corazón de la Iglesia.

La Conferencia Estadounidense de Obispos Católicos ha desarrollado nuevos recursos para ayudar a iniciar o fortalecer el ministerio del Proyecto Raquel en las diócesis. Un nuevo manual de capacitación describe las consecuencias del aborto para las mujeres, hombres, abuelos del niño abortado, y otros. En él se describe el papel de los sacerdotes en el asesoramiento, y aborda preguntas acerca de la reconciliación sacramental, incluyendo una sección sobre el derecho canónico. El manual también ofrece consejos sobre la selección de personal y los voluntarios, en la prestación de la formación de los sacerdotes, y ayudar a los pastores a alentar a las mujeres y los hombres a superar su miedo de confesar su aborto, y puedan buscar consejería pastoral.
Enlace


Reflexiones sobre la implicación del sacerdote en la sanación espiritual del SPA


 Testimonio de un sacerdote
El Proyecto Raquel como proceso de sanación del SPA es importante para el sacerdote, pues somos ministros de la Reconciliación de los hombres con Dios. El Papa Benedicto nos llamó “apóstoles de la Divina Misericordia”. Y hoy el SPA, es una herida profunda que ha dejado huella no solo en la persona que lo ha realizado, sino en un buen grupo de personas que estuvieron involucrados en este crimen y pecado. Por eso el sacerdote debe conocer estrategias de sanación para sus feligreses, para sus ovejas.

Esta reconciliación y sanación la hace especialmente en el Sacramento de la penitencia o confesión, pero por el carácter traumático psicológico y espiritual que ha dejado un aborto, el sacerdote sabe que si quiere una sanación profunda y que llegue a la persona (s) involucrada (as), debe poner el sacramento dentro de un proceso personal "integral". El hombre no solo es espíritu, sino que tiene dimensiones emotivas y corporales que influyen mucho en la conducta y en una respuesta positiva o negativa a Dios.

El tomar en serio un proceso de sanación frente al SPA, es ir captando con más conciencia el sentido del pecado del aborto. Y por tanto, en sentido positivo, una valoración más cristiana del valor de cada vida humana. Ante una pérdida del sentido del pecado y de este pecado en particular de la conciencia de la gran parte de nuestra gente y a veces de personas de Iglesia, el PR colaboraría a una revalorización de la vida humana en la sociedad.

Un proyecto de sanación profunda de las heridas del aborto hoy es ¡¡¡urgentísimo!!! Por dos razones de peso:
1. Contamos que son miles las personas que sufren este síndrome, pues la cantidad de abortos se han multiplicado incluso en nuestros países donde no es legal el aborto. Qué pasaría si fuese legal. Terrible. Y estas personas son nuestros feligreses. Es un desafío pastoral de primer orden. Impostergable. Y
2. Si queremos reconstruir las familias, célula  básica de la sociedad y de la iglesia (es la Iglesia doméstica), tenemos que reconstruir al matrimonio, al hombre y la mujer. El aborto ha introducido un germen de violencia y corrupción no solo de la mujer sino de toda la familia. Quien conoce algo de las consecuencias que un aborto produce en la mujer y en el hombre, se queda impactado de la herida que constituye en el alma de esta persona. Y el aborto que es la peor violencia a la mujer, engendra violencia. Qué se puede esperar de las familias. El aborto introduce un espiral de violencia muy profunda. Por tanto el sacerdote no puede quedar ajeno a esta realidad.

Como experiencia personal puedo decir que haber dedicado parte de mi tiempo a este ministerio de sanación ha sido para mí como sacerdote de Cristo y de la Iglesia un enriquecimiento en todo sentido. En especial en el espiritual. Un sacerdote que siente este el mal profundo de las personas y por otro lado la gran misericordia de Dios, no queda el mismo. Este camino compartido con estas personas le obliga a uno a tomarse más en serio la santidad personal, la oración más consciente, la pureza de costumbres. Pues, un sacerdote sin espiritualidad profunda, sin compromiso ascético, sin vida de oración no podría afrontar este desafío pastoral. Simplemente no lo haría, no le daría su importancia necesaria. Este ministerio me "OBLIGA" a mostrar el rostro de Dios misericordia; me obliga a orar intensamente por estas personas; a no quedarme impasible e indiferente ante la tragedia del aborto. Me obliga a actuar por la defensa de la vida del bebé y de su madre y por tanto de la salvación del mundo.

Y la experiencia nos dice que, una mujer, un hombre sanados por Dios en su espíritu, especialmente de este pecado y de este trauma, se convierten en defensores de la vida. Es que se dan cuenta de lo que significa el aborto, y éste como pecado de desprecio directo a Dios y a la imagen de Dios que es el niño en el vientre de su madre. Por tanto es una oportunidad para el sacerdote de tener un ejército de personas convencidas de esta Causa de la vida que la han hecho Causa de Dios. Y lo hacen desde un convencimiento más profundo y personal. ¿Acaso no queremos esto los sacerdotes? Creo incluso, que podría devolver la alegría y compromiso sacerdotal a algunos que la pueden estar perdiendo.

Además, la opción de Jesús siempre fueron los pecadores, los pobres, los niños, los desamparados. ¿Quién más desamparado, pobre, indefenso que un bebé en el vientre materno? ¿Quién más desamparada, indefensa (ante los ataques del demonio y del pecado), quién más se siente pecadora que una mujer que ha abortado? Si no hacemos algo para llegar a ellos, para defenderlos, para "buscarlos", para mostrarles el Amor de Dios,  como lo hacía Jesús, estaríamos fuera de su opción.

P. Juan Carlos Chávez
PAST-DIRECTOR REDESSVIDA