Verónica Cardona, una mujer colombiana de 21 años que quedó embarazada a los 16, tras ser violada por su propio padre, reveló el drama que pasó y cómo Dios le dio fuerzas para continuar, y ahora exhorta a las mujeres que pasan por casos similares a que “¡no tengan miedo de decirle sí a la vida, no tengan miedo de decirle sí al amor!”.
Entiendo que usted sufrió una violación y de aquello quedó embarazada. ¿Cuál fue el primer impacto al enterarse del embarazo y cómo llegó a aceptar a la nueva vida que llevaba consigo?
Bueno, el primer impacto fue sentirme totalmente destrozada. Fue un impacto muy grande el darme cuenta de que estaba embarazada. En ese preciso momento sentí que mi vida se había frustrado, más aun porque sabía que el bebé que venía en camino era el “producto” de una violación por parte de mi propio papá. Caí en depresión unos días, no quería matar a un ser inocente pero tenía miedo, quizás el mismo miedo que sienten muchas mujeres al enterarse de que están embarazadas. Miedo a que no fuera capaz de salir adelante, miedo a los prejuicios, miedo a que me vieran con lastima, miedo a afrontar la realidad, miedo a quedarme sola.
Naturalmente casi toda mi familia, doctores, jueces, en fin todos querían que abortara y más aún aquí en Colombia, que se acababa de hacer “legal” el aborto en tres casos: por violación, por malformación y por riesgo de la vida de la madre.
Yo cumplía con todos los requisitos: violación, una posible malformación por la información genética, y mi vida estaba en riesgo pues era un embarazo de alto riesgo.
Por otra parte, recodaba un día en el cual mi mamá llorando me pedía perdón pues ella había intentado abortarme, no quería que yo viviera, y pensé que yo no tenia el derecho de arrancarle la vida a nadie y menos a una personita indefensa que no podría defenderse, una personita que no me había hecho nada a mí.
Y así, aunque en mi familia me dejaron de hablar por unos días, sólo mi mamá me apoyaba en mi decisión, pues me había dicho que fuera cual fuera mi decisión era mía y me iba a apoyar. Y así comenzó a crecer en mí el más grande milagro de amor.
Fue una experiencia aunque dura, hermosa, cuando veía las ecografías podía darme cuenta del gran milagro de la vida, sentir sus pequeños pero inofensivos golpecitos en mi estomago. Y luego ver su ternura al nacer.
¿Recibió consejería, o algún auxilio durante este proceso? ¿De quién y cómo fue?
Para este tiempo mi mamá se encontraba asistiendo a una comunidad católica, y ellos me ayudaron bastante. Me animaban a seguir en mi decisión de traer vida al mundo, ya fuera que al nacer diera a mi hija en adopción, o decidiera quedarme con mi hija y salir adelante. Hablábamos de los muchos niños que han sido abortados.
¿Qué papel jugó Dios para usted durante este tiempo?
Durante este tiempo quise olvidarme de Dios. Me enojé con Él porque no podía entender cómo un Dios tan bueno y con tanto amor hacia mí podía permitir que me pasara esto, que no había hecho nada malo en la vida, y que desde antes de nacer ya estaba sufriendo bastantes dificultades pues desde el vientre de mi mamá ya no era deseada. No podía entender, mas sin embargo me refugiaba en Él y le pedía fuerzas para continuar adelante, y hoy estoy segura de que Él siempre estuvo conmigo en mis noches y días de llanto. ¡Era Él quien me animaba y me levantaba!
¿Cómo se animó a compartir su experiencia y participar en marchas en favor de la vida?
Después del nacimiento de mi hija, me sentía con muchos vacíos y busque llenar mis vacíos y refugiarme en muchas cosas: amigos, fiestas, trago, trabajo. Por esa época, los papás de mi mejor amiga se iban a separar y los invitaron e ellos a un retiro espiritual de parejas en la comunidad Lazos de Amor Mariano. Ellos asistieron a pesar de haber hablado ya con sus abogados para empezar el proceso de separación, y cuando regresaron de este retiro era impresionante, parecían novios.
Se decían amorcito, mi vida, se daban bocados de comida, se cogían de la mano. En los años que llevaba de conocerlos nunca había visto esto y yo soy como parte de la familia, incluso me encontraba trabajando con ellos.
Ellos quisieron que yo fuera a un retiro de conversión en la misma comunidad. Tengo que admitir que sentí miedo de ir, porque sabía que me iba a encontrar con Dios, iba a entender muchas cosas.
Sentía miedo porque hacía un tiempo le había dado la espalda a ese mismo Dios que siempre estuvo a mi lado.
¡Estando en el retiro pude volver a vivir! Pude perdonar a mi papá y a todos los que alguna vez me habían hecho daño. Entendí muchas cosas, me sentí digna nuevamente, ¡volví a nacer!, ¡fue hermoso!
Cuando salí del retiro, sentí un gran deseo de pertenecer a esta comunidad, así que empecé un proceso. Por gracia de Dios, empecé a servir y me di cuenta de que la vida es un don.
Me indignaban, como me indignan ahora, los argumentos de los abortistas, que se escudan en casos como el mío para matar a un inocente y llenar sus bolsillos con dinero manchado de sangre inocente, diciendo que cada vez que veas a ese niño vas a recordar el momento tan doloroso en que fuiste abusada, o que si tiene alguna malformación va a ser un niño infeliz, o que si mueres quién cuidara de tus hijos.
Argumentos tan tontos como el que me dio una feminista ecuatoriana, Diana Rodríguez, estos días por Twitter, donde me decía que en la conquista de la sociedad no participan los que han sufrido las circunstancias, y yo digo que absurdo es esto. Y al preguntarle que entonces quiénes participaban, me responde que es un insulto a su inteligencia debatir conmigo y bloqueó mi cuenta en su Twitter.
Sentí la necesidad enorme de gritar la verdad al mundo, que es que un hijo nunca te recordará las circunstancias, porque es una persona absolutamente diferente, por el contrario te ayudará a sanar las heridas, le dará alegría y sentido a tu existir.
Lo digo desde mi propia experiencia y no como los abortistas que hablan sin siquiera conocer o haber pasado por una experiencia de estas, porque la mayoría que apoyan el aborto no han abortado, pues las mujeres que, engañadas, abortan después son defensoras de la vida.
No son infelices los niños con malformación. Además, la mayoría de diagnósticos médicos en estos casos se han equivocado. Según ellos, mi hija iba a ser un ogro y bueno, hoy es el más bello ogro. No tiene ninguna dificultad, no tiene ninguna enfermedad, no tiene ningún retraso. Y si lo tuviera, como una primita mía, no sería infeliz, por el contrario ella es absolutamente feliz.
Y eso de que se puede abortar por riesgo de vida de la mamá, pues mueren mas mujeres abortando que mujeres dando vida.
¿Qué opina de que casos como el suyo sean usados como bandera por quienes promueven el aborto?
A los abortistas no les importa la mujer como quieren aparentar. Si les importara verdaderamente, no ofrecerían un aborto sino, por el contrario, ayuda para salir adelante con su hijo, aceptarían realidades como el síndrome post- aborto, aceptarían que la vida comienza en la fecundación del óvulo como lo dicen los científicos.
Reclaman “derechos” de la mujer y ellos son los primeros en pasar por encima de ellos, pues las mujeres tenemos derecho a saber la verdad, algo que ellos no hacen. Las mujeres tenemos derecho a una maternidad, y ellos pasan por encima de este hermoso don, convirtiendo el vientre de las mujeres en la tumba de su propio hijo.
¡El aborto no desembaraza a nadie! Matar no es una opción, es la peor decisión. La vida engendra vida, la muerte, por el contrario, engendra muerte, dolor, llanto, desesperación, angustia y una culpa que muy difícilmente se borrara de tu mente, de tu alma, de tu ser.
Los abortistas no deben jugar con el dolor de la mujer y de muchos hombres también que son victimas de una aborto.
Por último, quiero invitar a todos los católicos, cristianos, evangélicos, ateos y a todos los que están a favor de la vida, a que no nos cansemos de ser la voz de aquellos, que aunque tienen voz y derechos, han querido callarlos desde el vientre.
¡No tengan miedo a decirle sí a la vida, no tengan miedo de decirle sí al amor!
Quisiera terminar con una frase de nuestro fundador, Rodrigo Jaramillo, “quien aborta a un niño de su vientre, aborta a Jesús de su corazón”. Y añado yo: “pues Jesús es la misma Vida”.
¿Lograste perdonar a tu padre?
Por gracia de Dios pude perdonar a mi papá, mirarlo a los ojos y darle las gracias por haberme dado la vida.
Tu hija ¿sabe lo que ha pasado? o ¿eventualmente se lo explicarás?
Mi hija aún no sabe bien todo lo que pasó, pero poco a poco le iré contando. Ella tiene derecho a saber la verdad.
Aciprensa.com
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