¿Qué decir ante ese caso de una niña de Paraguay, embarazada con 10 años, presuntamente violada por su padrastro?
La respuesta es el amor.
Si la vida de la niña-madre corriera peligro, la del hijo también lo correría con ella. Hay que cuidar su vida. Si por un problema que probablemente no suceda, el caso se complicara y llegara a desestabilizarse y corrieran peligro ambos, más adelante, se podría extraer al bebé mediante cesárea y llevarlo a la incubadora para salvar su vida.
Para la niña, un aborto sería como una segunda violación. La han violado en su sexualidad, el aborto sería violarla en su fecundidad.
De vez en cuando aparece un caso extremo como éste en medios de comunicación, pues son aprovechados para presionar a favor del aborto. A los promotores del aborto no les interesa la salud ni el bienestar de la niña, y menos el de su bebé. Es un negocio y una ideología.
Hubo un caso anterior en Costa Rica. Su padrastro quería que abortara y se aprovechó esto para sacarla furtivamente del hospital y llevarla a abortar a otro país. Se sospechó luego que había sido violada, pero las pruebas desaparecieron. El aborto es un medio útil para los abusadores con el fin de tapar sus abusos. Una adolescente española fue violada durante años y llevada a abortar varias veces.
Hoy en día, resulta indignante el silencio que existe ante el grave problema de los malos tratos y abusos sexuales a niños, también en nuestro país. En muchos casos se tapa por vergüenza, temor y por las dificultades para que la justicia actúe eficazmente.
Esta niña tiene el corazón desgarrado, presuntamente por su padrastro, y para colmo, se abre una cuestión pública, lo que le puede provocar una victimización secundaria que hará aún más difícil que se reponga. ¿Habría que condenarla a un síndrome post-aborto que le destrozara la vida para siempre? Nadie se merece eso, y menos una niña víctima de violación como ella.
En el libro "Victims and Victors", que narra el testimonio de mujeres violadas y embarazadas, las afectadas se duelen de que se las utilice para extender el aborto, sin preocuparse realmente de lo que ellas tienen que decir. La mayoría de las mujeres violadas y embarazadas no querían abortar, y de las que fueron sometidas al aborto, casi todas se arrepintieron, fue para ellas una segunda violencia sobre su feminidad.
En el caso de la niña costarricense, los ginecólogos se ofrecieron para cuidar su embarazo y evitar complicaciones. Incluso una casa de religiosas de Valencia ofreció su experiencia durante muchos años de cuidar a jóvenes embarazadas, además de sus oraciones por la niña.
Pero se ha convertido esta situación humana lamentable en un tema político, y algunos políticos sólo se van a centrar en que aborte. El resto les importa poco. Existen poderes al servicio de la ideología y no de los más vulnerables, que serían los niños víctimas de abusos, y los que aún no han nacido y son también víctimas inocentes. Por eso, sólo se remueven estas cosas cuando sirven para impulsar la ideología.
Roguemos a Dios por esta niña y su bebé, y por todos los que son víctimas de malos tratos, abusos y abortos. Cuidemos de nuestros hijos y de todos, porque el abuso de menores es mucho más frecuente de lo que casos esporádicos como este parecen indicar. Existe incluso un asqueroso negocio en torno al mismo, con viajes internacionales para el abuso de niños en países pobres.
Spei Mater, grupo de la Diócesis de Cádiz y Ceuta