Sonia Paz Soto Aguilar, más conocida como Pachi, es una de esas mujeres que da gracias por estar viva. En su camino ha debido enfrentar fuertes obstáculos, de los cuales ha sabido sobreponerse con gran valentía y mucho coraje. Hoy, en Estados Unidos y después de haber adoptados tres niños del desastre de Chernobyl, se encuentra tramitando una cuarta adopción. Y todo ello para disminuir el sufrimiento de pequeños que han estado, al igual que ella, a un paso de la muerte.
 
 ¿En  qué trabajabas antes?
Mi marido era médico y juntos abrimos una  práctica, yo manejaba una clínica. Empezamos con una práctica con dos salas de  exámenes y al final terminamos con una clínica de dos pisos con doce empleados y  cinco departamentos: radiografías, laboratorio y terapia física.
¿Y  qué pasó con tu marido? 
Mira, en realidad crecimos separados. Cada  uno tomó un rumbo diferente, lo que a mí me interesaba no le interesaba a él, lo  que a él le interesaba ya no me interesaba a mí. Seguimos amigos, fue un buen  padre y marido. Estuvimos casados desde el 76 hasta el 89.
¿Y  te enfermaste? 
Sí, no hay peor cosa que ser mujer de un médico y  enfermarse. Los médicos ven enfermedades todo el día y cuando la familia se  enferma, tienen como una negación, como que "¡Ah! No están  enfermos".
Me enfermé de post polio, que viene 30 años después del ataque inicial de polio. El virus de la poliomelitis es como un Pac Man que se come las células de la espina dorsal y dependiendo de las células que mueren, son los músculos que se atrofian, que mueren. En mi caso, después de treinta años se ha descubierto que aquellos músculos que quedaron huérfanos, fueron adoptados por células que quedaron vivas y esas células botan los músculos adoptados una vez que se cansan. Y de repente, músculos que jurabas que estaban bien, empiezan a morir. Te empiezas a cansar, se te empiezan a caer cosas de las manos, porque se te duermen, te empieza a dar dolor de cabeza, fatiga, dolores musculares.
 
 Nadie sabía lo que tenía y estaba botada. Estuve en silla de ruedas seis meses, hasta que un doctor en Santa Bárbara me dijo: "No, lo que tú tienes es un síndrome nuevo que recién se descubrió. Tienes que ir a tal hospital en Los Ángeles que se llama Rancho los Amigos". Partí para allá y me sacaron líquido de la espina dorsal, me hicieron todos los test. El problemas es que es un síndrome muscular progresivo, que avanza. La suerte mía es que desde el 90 hasta ahora me he mantenido igual. Si me canso, se me nota porque se me acaba la batería, me quedo callada, como que me desinflo.
¿Pero  tu enfermedad se acabó, está en regresión o no sabes? 
Está ahí, la  enfermedad es progresiva. Pero no he sentido que haya avanzado, porque me he  cuidado mucho.
¿No  te asusta? 
Claro que me asusta. Imagínate la idea que el día de  mañana no pueda caminar, no pueda ir con los niños a la playa, que tenga que  estar acostada conectada a un respirador, eso es lo que más miedo me da, no  poder respirar.
Ahora existe el respirador, pero me daría mucha lata estar conectada, porque soy activa, me gusta andar. La doctora me preguntó: "¿Qué quieres, calidad o cantidad?". Le dije calidad, porque quiero estar activa con mis hijos ahora, no quiero que digan: "no, mi mamá no puede venir porque está enferma". No quiero ese recuerdo para ellos. Quiero que digan, "mi mamá siempre viene, mi mamá está siempre con nosotros". Si llegado el momento, ya no puedo, que me empujen; voy igual.
¿Y  eso cambió la terapia, las drogas que te dieron? 
Sí, trataron con  cualquier cantidad. El problema es que como me gusta estar metida en la  cuestión, si me daban remedios muy pesados me quedaba dormida, te juro que si  tomo antiestamínico me duermo.
¿Qué  pronóstico tienes? 
Que de aquí a diez años más tiene que haber un  cambio, pero si me cuido y mantengo el mismo peso, me acuesto temprano, tengo  una buena dieta y trato de dormir siesta todos los días, mi pronóstico es  bueno.
 
 Hice un grupo de apoyo y puse un anuncio en el diario que decía que a todos los que le haya dado polio, que llamaran a este teléfono. Llamaron como 20 personas en este pueblo. Nos juntamos después que cerraba la clínica, hacía mi grupo, tomábamos té, conversábamos, intercambiábamos ideas. Lo cancelé después de un año, porque estaba muy deprimida. De los 20, había ocho que estaban con respirador; los otros estaban en cama, dos se habían muerto y el resto estábamos súper mala onda, nos sentábamos y nos mirábamos.
Pachi como madre
¿Tuviste  tres hijos? 
Sí, mis embarazos ¡Qué tiempo más feliz! La cosa más  linda es estar embarazada. También tuve pérdidas. Nació mi hija Pascal que pesó  como cuatro kilos, tremenda guagua. Después nació Jason. Él nació prematuro, el  hígado no estaba desarrollado, tenía ictericia y estuvo en la incubadora como un  mes. Después, la Michelle. Ahí tuve la primera pérdida, traté de nuevo y tuve la  segunda pérdida, traté de nuevo y esa vez fue pésimo porque esa vez eran  mellizos, entonces perdí tres veces cuatro hijos, pero ahora los recuperé:  Nikita, Tatiana, Dimitri y estamos esperando a la Ela.
¿Cuándo  decidiste adoptar niños? 
Empecé el 92, me moría de ganas de tener  guagua. Si andaba viendo a todas las mamás con guaguas. Pero el doctor me había  dicho que no, que no era buena idea, la post polio es muy difícil y el embarazo  te saca mucha energía y empecé a hablar con una amiga que tiene agencia de  adopción en Los Angeles y me dijo, "voy a mirar ¿qué quieres?". Le digo "quiero  una niñita". Partió y de repente me llama por teléfono y me dice, "en Rusia, en  un lugar que se llama Ufa, vi a tu hija". "No te puedo creer"; "Sí, es nada más  rica, se parece a la Mafalda y es así bien maceteada, chica y mal genio. Pero  tiene algo en la mirada esa niñita, que es tu hija". Empezamos a hacer los  papeles y el 94 llegó la Tatiana... Mafalda. Tenía problemas endocrinos y no  estaba creciendo, parecía una enanita. La llevamos al doctor, le hicieron unos  tratamientos y ahora creció y adelgazó.
Ese mismo tiempo empecé a hacer los papeles para adoptar a Nikita. Yo quería adoptar niños con problemas, no niños sanos porque ya Dios me había dado tres hijos sanos y quería agradecerle a Dios de una manera especial, haciendo una diferencia y adoptando los niños enfermos. Pero tenía que ser una enfermedad que no me causara tanto gasto de energía. No podía ser un niño que no pudiese caminar, ponte tú, tenía que ser otro tipo de problemas.
¿Por  qué estando enferma decides adoptar a un niño enfermo? 
Porque la  enfermedad siempre ha sido parte de mi vida, la polio, como que no es algo  nuevo. A lo mejor si hubiese sido sana y cualquier día me enfermaba iba a ser  una cuestión terrible; pero como lo he tenido toda mi vida es como parte de mí.  Sé lo que es sufrir, sé lo que es ser diferente, y si puedo cambiarles la vida,  que no crezcan solos, abandonados y enfermos; sino que crezcan enfermos pero  acompañados y queridos, por qué no.
 
 ¿Nikita  el fue el primero? 
Claro, empezamos a hacer los papeleos para  Nikita. Él había nacido con la vejiga afuera del cuerpo. Eso debido a que los  papás fueron expuestos a Chernobyl y los médicos en Ucrania podían operarlo,  pero tenían miedo de los problemas post operatorios; de que se infectara y se  muriera. Entonces preferían no tocar, lo dejaban así no más. Sabían que no iba a  durar más de diez años, sabían que se iba a morir. Era tan lindo y tan amoroso  que todos lo querían. No podían hacer nada, porque nadie lo quería adoptar,  estaba botado.
¿Qué  sabías de él cuando comenzaste a hacer los papeles, tenías alguna foto?  
No, lo único que sabía de él era que había nacido con la vejiga  afuera y que se iba a morir, que tenía dos años y que tenía la posibilidad de  que lo pudiera adoptar. El problema era que Ucrania tenía una moratoria, no  dejaban adoptar a los extranjeros.
¿Cómo  lograste adoptarlo? 
Jodiendo a medio mundo. Le escribí una carta al  Papa y él me contestó que me iba a incluir en sus oraciones. Le escribí al  Presidente Clinton y me contestó en una semana -carta de la Casa Blanca que  causó gran revuelo en mi casa, mis hijos se peleaban la carta para llevarla al  colegio, se peleaban todos por llevar la carta de la casa blanca- que ningún  problema, que de todos lados de inmigración americana estaba todo arreglado, que  llamar a fulanito de tal en el Departamento de Estado y que podía traer al niño  cualquier día. Que me daba una visa de huérfano urgente especial.
¿Cuánto  tiempo pasó? 
Siete años me demoré hasta que el Gobierno ucraniano  cambió las leyes. Ahí aguantando, pensando todos los días, especialmente en  invierno, que no se vaya a resfriar y cuando se enfermaba, a la distancia,  preocupada.
¿Cómo  tenías contacto con él? 
Todos los domingos hablábamos por teléfono.  Llamaba a Ucrania, le escribía cartas, para la Pascua le mandaba regalos, para  el cumpleaños, fotos de nosotros. Él sabía que tenía una mamá y hermanos y  hermanas esperándolo en California. Se sentaba en la ventana esperando que lo  fueran a buscar todos los días, por siete años. Hasta que me llamaron por  teléfono un día y me dijeron "tienes doce días para ir a buscar a Ucrania al  niño", y partí.
¿Qué  sentías?
Estaba súper entusiasmada, anticipando ver a mi hijo. No  tenía susto. Tenía ansiedad. Compré dulces, bolsas y bolsas de dulces y después  vi unas cajas de mandarinas y compré 200 mandarinas. Llegamos al orfanatorio.  Todos los niñitos en las ventanas mirando. Nos bajamos con las mandarinas y les  dimos a cada niño. Los pusieron a todos en línea, en las sillas de ruedas, los  niñitos sin pierna, sin brazos, qué sé yo. Todos los olían, imagínate, era  invierno, no había fruta, no había nada, todos con sus mandarinas. Y ese  orfanatorio, que olía a orina y a humedad, se llenó de olor de mandarina. Todos  los niñitos pelando su mandarina.
 
 Me trajeron a Nikita y cuando me vio y yo llorando, abrazando a mi hijo, mirándole su carita, sus ojitos, besándolo y todos los niñitos mirando, "ah qué suerte tiene Nikita, tiene mamá". Él andaba pegado a mí, como mono, para todas partes. A todo esto, viene la doctora y me dice, "oye, hay otro niñito que tiene el mismo problema que Nikita. Se llama Dimitri, es más chiquitito. Te lo vamos a mostrar". Y llega Dimitri y me lo muestran, imagínate, ¿cómo lo voy a dejar? No puedo.
¿Qué  te movió a llevarte a Dimitri? 
No podía dejar al Dimitri, se iba a  morir. Era lo mismo que había luchado siete años para lograr llevarme a Nikita y  ahora estaba el otro ahí al lado. Cómo decir sí a ti te salvo, pero tú te tienes  que morir. No puedo. En eso, estaba con los dos haciendo los papeles, tomándole  las fotos de pasaporte y me tiran la ropa. Me miró una chiquitita con unos ojos  inmensos verdes y me dice, "yo me llamo Ela y yo soy muy amiga de Nikita y de  Dimitri, somos como hermanos, hemos crecido juntos y también me quiero ir,  quiero que tú seas mi mamá, quiero que me lleves". ¿Qué haces? Decir, no mijita  no puedo, con dos basta y sobra, no puedo. Dije, "Ela ahora no puedo, realmente  no puedo. Pero vuelvo, te prometo que vuelvo, en cuanto ellos estén operados y  estén bien, vuelvo". Me dijo, "lo único que tengo son mis manos que están mal".  Tiene los deditos pegados y las manitos deformadas y los pies también. Verla con  sus patitas malas, yo que crecí con mi patita mala, olvídate. Yo vuelvo a  buscarla como en tres años más, más o menos. Me dijo, "te espero", y le dije a  la directora que iba a volver por la Ela.
Ela me está esperando. Le he escrito, le he mandado fotos, le he mandado regalos. Le mandé una muñeca. Dicen que estaba pero chocha, que duerme con la muñeca, que mi mamá me mandó la muñeca. Y la Tatiana, mi hija, está chocha, que va a tener a su hermanita de la misma edad y otra rusa, feliz.
Adopcion Espiritual


 
 
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