por la Hermana Paula Vandegaer, LCSW
Cristina tiene 23 años. Terminó la universidad el año pasado y encontró el trabajo de sus sueños en las artes gráficas con un puesto creativo y lleno de desafíos. Como Cristina es bonita y tiene muchos amigos, no le faltan en el trabajo las invitaciones a fiestas. Debía estar feliz y entusiasmada. Después de todo, su vida va tomando el rumbo que ella planeó con cuidado. Pero muy al contrario, se siente muerta y decaída por dentro. Mantiene su trabajo al día, pero no le trae la alegría que pensó le traería. Se siente distante de las esperadas satisfacciones. No se considera tan creativa como era antes, y no comprende la tristeza tenue y lejana que siente a pesar de sus éxitos.
Cristina tuvo un aborto en la universidad. Ella creía tener una relación seria y comprometida con su novio, pero al decirle que estaba embarazada, él no demostró la más mínima alegría por ello. Él le dijo que la decisión era de ella, pero que si quería hacerse un aborto, él lo pagaría. Reconociendo en él una falta de compromiso hacia su bebé y hacia ella, Cristina decidió abortar. Dos de sus compañeras de cuarto habían tenido abortos, y parecían sentirse bien después. ¿Por qué es que ella, por el contrario, se sentía tan deprimida?
La historia de Cristina se repite a diario en las universidades y escuelas secundarias a lo largo del país. Desde 1973, cuando el aborto fue legalizado por la ley Roe contra Wade, se calcula que veintiocho millones de mujeres en los Estados Unidos han recurrido al aborto una o más veces. Estas son mujeres que se sentían confrontadas y sufriendo ansiedad por las circunstancias de su embarazo, y las personas en quien normalmente confiaban como fuente de apoyo en situaciones difíciles, no pudieron, o no quisieron, o no estaban presentes para ayudar con esta crisis del embarazo. Novios, y hasta esposos, dijeron que "no estaban listos para la paternidad". Una mujer a quien le falta el apoyo positivo y el ánimo alentador del padre para ayudar a criar el niño, es más probable que llegue a escoger el aborto.
La sociedad le insinúa a jóvenes como Cristina que el aborto podrá resolver su problema. No dice nada de los problemas creados por el mismo aborto. Los partidarios del aborto pretenden que es un procedimiento sencillo sin impacto permanente. Y las mujeres que ya saben lo contrario no explican, ciertamente no en público, cómo el aborto les empeoró la vida. Se sienten avergonzadas por el aborto, y avergonzadas por no poder simplemente "lidiar con esto" como creen que otras mujeres han hecho. Y así continúa el engaño.
Sin embargo, si la sociedad niega que la madre sienta una pérdida, no así su cuerpo. Dios prepara a una mujer física y psicológicamente para la maternidad. Cuando una mujer está encinta, se siente distinta. A los pocos días de la concepción, aun antes de que el pequeño embrión se haya anidado en la pared del útero, la hormona llamada "factor inicial de embarazo" ya se encuentra en la sangre, avisando a las células del cuerpo del embarazo. Puede ser que a su cuerpo ahora se le antoje distintas comidas, o necesite más descanso. Nuevas células empiezan a crecer en sus senos, células que habrán de madurar y producir leche preparada especialmente para las necesidades del recién nacido. Ella comienza a pensar "bebé". Empieza a fijarse en los bebés en la calle, en la tienda, en la televisión. Puede ser que sueñe con su bebé por la noche, y se imagine fantasías sobre su bebé durante el día. ¿Qué nombre le ponemos? ¿A quién se va a parecer él o ella?
Pero si quiere tener un aborto, tiene que tratar de parar este proceso. Debe rechazar los sentimientos maternales que brotan en su conciencia. Debe creer que lo que está dentro de ella no es plenamente una criatura. Debe frenar el proceso de pensar sobre el bebé como "su bebé".
Pero aunque su mente diga una cosa, su vida emocional y las células de su cuerpo dicen otra cosa. Si ella lleva a cabo el aborto, las propias células de su cuerpo recuerdan el embarazo y reconocen que el proceso de cambio que estaba ocurriendo ha sido terminado de un modo antinatural. Su cuerpo y sus sentimientos le dejan saber que ella es una madre que ha perdido un hijo. No sorprende, por lo tanto, que después del aborto surja un dolor desde lo más profundo de su ser. Tiene una pérdida que llorar, sin embargo no puede permitirse ese lamento. Afligirse sería reconocer que una criatura ha muerto en el aborto, y que ella es en parte culpable por la muerte de su hijo o hija. Esta es una carga demasiado pesada de llevar, y por tanto recurre a la negativa para hacerle frente: niega la humanidad del bebé "no era en realidad un bebé así que no tengo nada de qué lamentarme o sentirme culpable" y niega su sufrimiento emocional. "Debo sentirme bien sobre esto", razona ella. "Todo el mundo lo hace. No debo sentirme así o pensar más en el aborto".
El aborto es una experiencia sumamente antinatural para el cuerpo femenino y para sus instintos maternales. Las reacciones negativas han de esperarse, y no dependen de las creencias religiosas de la persona ni de su salud mental en general. Es verdad que mujeres y hombres con problemas mentales previos o con fuertes creencias religiosas son más susceptibles a los problemas que el postaborto conlleva, pero todas las mujeres que recurren al aborto sufren repercusiones. En un estudio dirigido por Anne Speckhard, Ph.D., el 85% de las mujeres reportaron sorpresa ante la intensidad de sus reacciones emocionales por el aborto. Estas reacciones incluían cierta incomodidad hacia otros niños, sentimientos de culpa, ira, baja auto-estima, depresión, tristeza, uso excesivo de alcohol, llanto, incapacidad de comunicarse, y deseos de suicidarse. Sin embargo, el 72% de los sujetos del estudio reportó no identificarse con ninguna creencia religiosa cuando ocurrió el aborto.
Las reacciones postaborto son específicas y fáciles de identificar. Se originan principalmente por el problema de la negativa y por suprimir los sentimientos. Cuando suprimimos una emoción, esto afecta a todas las demás. Esta es la base del trauma postaborto: la negación de la criatura y la negación de los sentimientos. Esto causa síntomas de experiencia repetida, evasión y tristeza reprimida.
Experiencia repetida: El trauma del aborto puede experimentarse repetidamente de varias maneras. Algunas mujeres tienen recuerdos y visiones del aborto, y tienen sueños del bebé aún no nacido. Algunas sufren intensa angustia psíquica cuando personas o cosas le hacen recordar el aborto, como puede ser ver una mujer encinta o pasar cerca de una clínica de abortos. Puede ocurrir una intensa aflicción y depresión en el aniversario de la fecha del aborto o la fecha marcada para dar a luz a la criatura.
Se pueden dar muchos ejemplos de esta experiencia repetida. Varias mujeres con las que he trabajado tienen dificultad con el examen cervical o al entrar en un hospital. Estas situaciones les causan tal ansiedad que les es imposible tolerarlas. Muchas mujeres que conozco sufren pesadillas sobre el aborto o el bebé. Un estudio de Finlandia que examinó todos los suicidios de mujeres durante un periodo de ocho años, encontró que mujeres que habían tenido abortos se suicidaban a una tasa tres veces más alta que la población general, y casi seis veces más que la tasa de mujeres que habían dado a luz.
Los centros pro-vida de ayuda para embarazos en los Estados Unidos reportan que muchas mujeres llegan al centro de nuevo encintas en el aniversario de la fecha del aborto o de la fecha anticipada para dar a luz a la criatura abortada. Esto puede ser un intento de lidiar con la tristeza de esos días. Un estudio de 83 mujeres postaborto, por Kathleen Franco, M.D. del Medical College de Ohio, muestra lo extendido que está el problema de reacciones en el aniversario. Treinta de las que respondieron habían sufrido reacciones físicas o emocionales en el aniversario del aborto o de la fecha para dar a luz. Se especificaron tales problemas como pensamientos de suicidio, dolores de cabeza, síntomas cardíacos, angustia, abuso de alcohol y drogas, o creciente abuso verbal hacia sus hijos.
Las mujeres también experimentan síntomas de evasión. Se trata aquí de evadir todo lo asociado con el trauma del aborto o de paralizar toda la sensibilidad que existía antes del aborto. Incluye esfuerzos por evadir o negar pensamientos o emociones asociadas con el aborto; esfuerzos por evadir actividades, situaciones o información que pueda causar recuerdos del aborto; incapacidad de recordar la experiencia del aborto o algún aspecto importante de tal. Otros síntomas significativos incluyen un decimado interés por actividades importantes, sentimiento de indiferencia o distanciamiento de personas, separación de las relaciones o reducida comunicación. Para algunas mujeres el alcance de su afectividad se ha reducido tal que son incapaces de tener sentimientos de amor o de ternura.
Cristina, a quien conocimos al comienzo de este artículo, es un ejemplo de las que sufren problemas creados por la evasión. Aunque tiene un buen trabajo y un estilo de vida feliz, precisamente porque no permite que broten los sentimientos de tristeza y de culpa a flor de piel, no puede experimentar la gama completa de sus emociones. Necesita estar siempre en guardia para no recordar el aborto. Como ocurre con frecuencia, la relación con su novio terminó poco después del aborto. No podía continuar relacionándose con él. Las mujeres que han recurrido al aborto se pueden agrupar de esta manera: l) las que sufren reacciones postaborto a un nivel agudo o crónico; y 2) las que no confrontan ningún problema en el presente pero corren el riesgo en un futuro "momento de estrés" (como son un embarazo, una crisis de vida, la muerte de un ser querido). Las reacciones pueden ser severas o leves y pueden variar en el transcurso de la vida.
Es triste que muchas mujeres no buscan ayuda para los problemas relacionados con el aborto hasta alrededor de diez a doce años después del aborto. Durante esos años puede que estén sufriendo profundamente, ya que algunos de los síntomas recurren periódicamente. Puede que traten varios métodos para controlar el consecuente dolor: alcohol, drogas recetadas e ilegales, promiscuidad, hiper-activismo (adicción al trabajo), auto-castigo entablando una relación abusiva o desarrollando enfermedades alimenticias, por ejemplo. Otras pueden tratar de reemplazar el bebé perdido con un nuevo embarazo, y otras repiten tanto el embarazo como el aborto, tratando de que la experiencia se torne rutinaria y sin trauma (o para castigarse). Por desgracia, cada una de estas estrategias produce sufrimiento y problemas adicionales.
Algunas veces la reacción al aborto se demora bastante tiempo. Al madurar y tener oportunidad de reflexionar sobre la vida, llegamos a arrepentirnos de nuestras decisiones pasadas. Los consejeros a veces se encuentran con mujeres de edad avanzada sobrecogidas de tristeza por la pérdida de un hijo en un aborto que ocurrió varias décadas atrás, un dolor que ha estado enterrado, más o menos con éxito, hasta ese momento. Una amiga me contó hace poco de una mujer de setenta y cinco años que ella conocía, que lloraba desconsolada por un aborto que había ocurrido hacía más de cincuenta años. La mujer nunca había podido tener otros hijos y se enfrentaba a la perspectiva de vivir el resto de sus años en soledad.
Poco más de una cuarta parte de las mujeres (de 15 años o más) en Estados Unidos ha tenido un aborto. Las mujeres, y todos los que participan en la decisión de abortar, deben creer, o tratan de creer, que no había vida humana presente en el seno materno. Porque admitir que sí, es admitir ser cómplice en la eliminación de un ser humano inocente. Condenar el aborto implica condenarse a sí mismo o a la esposa, hija, hermana o amiga amada. Y así es que la sociedad se niega a reconocer los hechos incontrovertibles sobre la vida humana antes de nacer.
Muchas personas cercanas a la mujer con crisis en el embarazo se sienten perturbadas ante la decisión de abortar, pero no saben qué decir. Quieren apoyar y no juzgar, y entonces dicen algo así: "Estás en una situación difícil y yo te apoyaré sea cual fuere tu decisión". La respuesta que ayuda, la respuesta acertada debería ser: "No recurras al aborto. Yo no te abandonaré. Juntos encontraremos la vía para que puedas tener tu bebé".
La siguiente historia verídica ilustra cómo el aborto hiere a otros además de la criatura y la madre. Juana y Roberto (nombres ficticios) se casaron y tuvieron hijos. Beto perdió su trabajo, y cuando ya casi se les acababan sus ahorros, ella quedó embarazada. Juana creía que debía hacerse un aborto. Pero Beto le rogó repetidamente que no lo hiciera. Juana estaba muy dudosa y decidió buscar el consejo de su madre, a quien consideraba buena católica y alguien que ella admiraba.
La madre de Juana la escuchó detenidamente y con tono compasivo le dijo: "Entiendo lo que estás sintiendo, y por qué quieres recurrir al aborto. Yo también pensé en el aborto durante algunos de mis embarazos, y comprendo por qué consideras que tiene sentido en esta situación. Yo apoyaré cualquier decisión que tomes". Juana pensó que su madre le había dado permiso para el aborto, así que lo llevó a cabo. Poco después, Beto consiguió un nuevo trabajo, su situación financiera mejoró, y Juana experimentó una profunda reacción de tristeza, angustia y culpa cuyo cuidado requería intervención psiquiátrica activa. Ella sentía una gran ira no hacia su esposo quien se opuso al aborto sino hacia la madre que había esperado que la detuviera. El aborto afectó a la familia entera a la relación matrimonial, a los otros niños que supieron que un hermanito o hermanita había sido abortado, a la relación con su madre, y con otros parientes que supieron o adivinaron la situación. Beto se había sentido frustrado, incapaz de proteger la vida de su hijo, y creía que Juana había perdido la confianza en la capacidad de él de sostener a su familia. El aborto le enseñó a todos que en esta familia no había tanta seguridad y cercanía como habían creído. Ellos habían permitido sacrificar un miembro de la familia antes que ayudarse unos a otros con un préstamo u otra asistencia. El aborto deshizo la seguridad de la familia de un modo más permanente que los problemas financieros hubieran podido causar.
La Iglesia católica por largo tiempo ha reconocido el impacto funesto que tiene el aborto en las mujeres y sus familias. Mientras que la ley y la sociedad plantean los intereses de la madre en oposición a los de la criatura aún no nacida, la Iglesia reconoce que los mejores intereses de ambos siempre van unidos. Lo que es mejor para el niño es también lo mejor para la madre.
El Proyecto Raquel comenzó hace quince años como un medio de la Iglesia católica de alcance a las mujeres, hombres y familias afectadas por el aborto. La Iglesia es lugar para sanar. Habla la verdad sobre el aborto a los hombres y mujeres que contemplan esta acción: "¡No lo hagas! Es un mal grave y te herirá a ti y a tu bebé". Pero también proclama la verdad completa: "Si has tenido un aborto, la misericordia de Dios es tan grande que te perdona aun eso". Jesús ofrece perdón y sanación. Él ofrece la esperanza y la promesa de la resurrección, y la reunión con el niño que espera a sus padres en el cielo.
A las personas que acuden al Proyecto Raquel se les refiere a consejeros profesionales o a sacerdotes especialmente preparados para la dirección espiritual y para el sacramento de la Reconciliación. Pero prácticamente todos en la Iglesia somos parte del Proyecto Raquel. Todos somos parte del ministerio de sanación de Cristo. Puede ser que tú conozcas a alguien que crees que ha tenido un aborto. Nunca debes acusar o interrogar. Una palabra sencilla puede llegarle al corazón y liberarla del temor y del aislamiento para comenzar el proceso de sanación.
Puedes decir algo así como, "Tú sabes, acabo de leer un artículo sobre el trauma postaborto. Decía que las mujeres y hombres que han recurrido al aborto pueden sufrir, durante muchos años, remordimiento, depresión, angustia, pesadillas y preocupación a causa de su decisión. Muchas veces se creen que algo malo les está pasando, pero en realidad están sufriendo dolor por la pérdida de su niño". Luego puedes explicarles que la Iglesia tiene un ministerio llamado Proyecto Raquel, como una vía de sanación. Sencillamente dar información a la gente puede ser de gran ayuda. Reza para que eventualmente ellos lleguen a hablar con alguien. En una reflexión especial a "mujeres que han recurrido al aborto", en Evangelium Vitae (El Evangelio de la Vida), el Papa Juan Pablo II explica cómo sus vidas pueden transformarse por el ministerio de sanación en la Iglesia:
Se darán cuenta de que nada está perdido y podrán pedir perdón también a su hijo que ahora vive en el Señor. Ayudadas por el consejo y la cercanía de personas amigas y competentes, podrán estar con su doloroso testimonio entre los defensores más elocuentes del derecho de todos a la vida. Por medio de su compromiso por la vida, coronado eventualmente con el nacimiento de nuevas criaturas y expresado con la acogida y la atención hacia quien está más necesitado de cercanía, serán artífices de un nuevo modo de mirar la vida humana.
Evangelium Vitae, 99
La Hna. Paula Vandegaer es una trabajadora social con licencia clínica, directora ejecutiva de International Life Services, y editora de la revista Living World. Traducción: Marina A. Herrera, Ph.D., Bethesda, Maryland.
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