30 abril 2005

Estamos verdaderamente ganando esta batalla?

En su discurso ante la conferencia mundial de Human Life International en Houston en 1998, el Dr. Bernard Nathanson dio al público razones que justifican la esperanza de ganar la batalla contra el aborto. Habló sobre un cambio específico y lento hacia la vida y los valores humanos que se está obrando en la cultura en estos momentos. Para describir la velocidad de este cambio utilizó el término “glacial”. No obstante, habló del despertar de las conciencias y de un retorno a la cordura que está teniendo lugar en EEUU ahora, y nos recordó a todos que al final seremos victoriosos. Este sentir se repite entre los muchos líderes del movimiento provida que señalan la disminución estadística en el número de abortos, la reducción a la mitad del número de centros de aborto y el descenso en el número de personas dispuestas a practicar el aborto y trabajar en los centros de matanza. Todo esto es muestra real de algún progreso, ¿pero indica necesariamente que estemos ganando la batalla?

Confío, al igual que otros, que los cambios positivos en la cultura tomarán impulso y se pondrán de moda, pero no toda la evidencia que observo en la cultura resulta positiva. Me pregunto hasta qué punto consideran la cultura enemiga virulenta los que predicen la victoria al evaluar la situación. Mi visión de la batalla cultural se puede expresar mejor en un término que fluye del Corazón de Dios: esperanza. Con esperanza, puedo observar directamente el “peligro claro y presente” de la amenazante “cultura” de la muerte y aún así creer en su redención. Lo mío es un creer sin ver. Es un firme acto de la voluntad que cree en lo que dijo el Dr. Nathanson sobre la victoria final, pero que aquilata con realismo los estragos del mundo, la carne y Satanás. Como dijo el Padre Paul Mankowski en su reciente análisis del escándalo del abuso sexual por el clero, “hay poca razón para el optimismo pero toda razón para la esperanza”.

Momentáneamente, evaluemos la degradación constante de nuestra cultura. Me enfocaré brevemente en tres realidades que tomarían cada una toda una biblioteca, para describir su espanto detalladamente. No obstante, es necesario presentarlas como evidencia de que la “clavada” de la “cultura” de la muerte no llegará en el futuro cercano.

Primero, en nuestra cultura, la sed por el aborto no se sacia. ¿Podríamos decir que un descenso de 1,5 millones a 1,3 millones de bebés muertos por año es una señal creíble de victoria? ¿Es esto a lo que llamamos victoria? ¿Es esto a los que llamamos progreso? Un bebé muerto por año es una abominación, y esta atrocidad continúa efectuándose con insistencia demoníaca día tras día en hospitales, centros de abortos y consultorios de los así llamados médicos respetables en nuestros barrios. Mientras nos encontramos en las conferencias provida pronosticando la victoria, unos pasos más allá los abortistas continúan haciéndose fabulosamente ricos con el negocio del infanticidio legalizado. Nada les importa lo que decimos en nuestras conferencias si ellos controlan de facto la cultura. Podemos desenmascarar la matanza por medio de imágenes gráficas, distribuir folletos y material educativo, y establecer nuestra red de centros de ayuda a mujeres embarazadas en crisis, pero por último son ellos los que controlan la cultura, y lo saben.

El dinero que cada año genera el negocio del aborto compra el apoyo social y político para sus prácticas espantosas. Los americanos quieren libertad por encima de todas las cosas, y hasta los que de otro modo no participarían en el aborto quieren, sin embargo, que sea legal porque hacerlo ilegal de alguna forma compromete la libertad. Nunca preguntan “¿libertad para quién?” Sólo quieren libertad, punto, y los cómplices del aborto en los medios de comunicación, en la educación y en la política cosquillean los oídos del público con millones de sonidos al día con el fin de controlar la cultura. Adelante, mañana mismo cambien las leyes, hagan ilegal el aborto. No importará. Los corazones seguirán sin convertirse mientras continuamos insistiendo en nuestras mal entendidas libertades, y por lo tanto la sed por el aborto no amainará.

Una segunda razón por la cual la lucha contra el aborto no se ganará muy pronto es que el movimiento provida no ha querido confrontar la causa fundamental del aborto: la contracepción. Repito, adelante mañana mismo con el cambio de las leyes del aborto, pero no se erradicará el aborto en la cultura, porque no se ha desmantelado el sistema que lo alimenta. La propia industria del aborto informa que el 60% de las mujeres que buscan abortar lo hacen porque les falló la contracepción. Se usa el aborto como respaldo a la contracepción, y por odioso que esto pueda parecer hasta a algunas de las feministas más rabiosas, es una realidad con la que hay que lidear. Hasta hay evidencia de que algunos centros de ayuda a mujeres embarazadas en crisis, al convertirse en clínicas médicas, distribuyen información sobre contraceptivos a mujeres embarazadas que se encuentran en crisis. Su lógica se puede sacar de cualquier manual de capacitación de la organización abortista en EEUU que se llama Planned Parenthood (Paternidad Planificada): si desea menos abortos, distribuya contraceptivos.

¿Ha funcionado esta lógica en los últimos 40 años? Analicemos el daño. Si el aborto debía disminuir en proporción directa al aumento de la contracepción en la cultura, entonces en una cultura en la que prevalece la contracepción casi en el 100% no debería haber abortos. Este no es precisamente el caso en nuestra sociedad, ya se trate de mujeres casadas o solteras. De hecho, lo opuesto es la realidad. Según entran en la cultura los contraceptivos, se distorsionan los valores y cambia la mentalidad de los usuarios. Si usamos un término bíblico, los contraceptivos “endurecen los corazones” y los predisponen contra los niños y las familias grandes, así como aumentan la promiscuidad y el egoísmo. Si alguna ves ha visto una fotografía del interior de un útero expuesto por años a la contracepción química, en lugar de una densa, rica y nutritiva espesura de las paredes uterinas listas para recibir el óvulo fertilizado, observará un órgano endurecido y devastado, allanado por los efectos de años de guerra química contra él. Esto es simbólico del endurecimiento de los corazones que acompaña a la contracepción.

La mayoría de las personas no saben que la contracepción fue ilegal en este país, pero nadie habla de que se vuelva a hacer ilegal, ¿no es así? Hay una razón muy valedera para ello. El movimiento provida no ha querido encarar el asunto de la contracepción porque muchos de sus miembros la están practicando. No se puede echar a Satanás del negocio del aborto mientras antes no se arroje al demonio del propio útero. Es tan simple como eso.

Podemos hacer represas en el río del aborto todo lo que queramos pero la corriente correrá sobre, alrededor y finalmente a través de ellas y quedaremos con leyes contra el aborto que nadie haga cumplir, lo que nos llevará de vuelta atrás. Sólo tenemos que observar lugares como Alemania y Australia, donde el aborto es mayormente ilegal, y vemos una cultura desenfrenadamente abortiva. En América Latina, donde el aborto es completamente ilegal, se practica el aborto más de lo que nadie quiere admitir. Es fácil predecir que estas culturas, al igual que casi todas en el mundo, están ahora saturadas de contraceptivos.

La Paternidad Planificada se complace en decir a las culturas en todo el mundo que rechazan el aborto que su propósito no es promover el aborto; que están ahí para prevenir los embarazos no deseados que llevan al aborto. ¡Qué “generosos” son! Mediante este artificio, bombean su veneno a 184 de los 193 países del mundo conocido. Son malvados pero no estúpidos. Conocen la conexión entre la contracepción y el aborto, lo que parece no comprender todavía ni siquiera el movimiento provida.

No erradicaremos el aborto mientras no desarraiguemos la contracepción. Ya es hora de que el movimiento provida encare este hecho.

La tercera y más alarmante razón por la que alegamos que estamos ganando la batalla del aborto, pero realmente no es así, es que tenemos una manera de pensar demasiado estrecha. ¿Conocen la mayoría de los americanos que se cometen cada año 60 millones de abortos quirúrgicos en el mundo? Este estimado es sin lugar a dudas bajo, pues es imposible llevar la cuenta de los abortos practicados en las culturas donde todavía es ilegal. Esta cifra ni siquiera toma en cuenta el número de abortos químicos que tienen lugar en proporción alarmante con la RU-486, la píldora de la mañana siguiente, y la contracepción que causa el aborto. En esta perspectiva, el genocidio en el mundo es desconcertante.

Se nos olvida que lo que sucede en EEUU se convierte en el estándar del mundo, aunque no inmediatamente. Queremos echar atrás a Roe y entonces esperar que todos los demás nos sigan. No funciona así. El resto del mundo todavía está en la implementación de Roe y lo estará haciendo por muchas décadas más. La victoria que consiguieron los revolucionarios del aborto en 1973 llegó más allá de sus más sensacionales sueños: el aborto durante los nueve meses de embarazo certificado como un derecho fundamental por el más alto tribunal de la nación. No se puede llegar a nada tan completo como eso, especialmente si se suman varios cientos de millones de dólares por concepto de impuestos cada año que van directamente a los cofres de la Paternidad Planificada. Desde entonces, estos mismos revolucionarios del aborto han estado exportando la cultura de la muerte al resto del mundo, y con ganas. El Tercer Mundo es territorio de conquista para el reino de la muerte, y 60 millones de abortos al año no es suficiente pare ellos.

Inclusive si EEUU se practicara una cirugía radical y sacara el aborto fuera de las instancias políticas, el cáncer ya ha hecho metástasis y se está regando por todos los rincones de nuestro mundo. Las demás naciones del mundo pudieran seguir nuestro “buen” ejemplo, quizás cincuenta años más adelante. Me pregunto si quedará alguien en esos países para dar marcha atrás a esas leyes violentas. El aborto y la contracepción habrán causado grandes estragos en los países más pobres de manera más precipitada de lo que ya ha sucedido en el mundo desarrollado, y, si es que no han estado prestando atención, la catástrofe en nuestro rincón del mundo es enorme. Un tercio de las naciones del mundo cuentan con una tasa de fertilidad por debajo de la de reemplazo, lo que significa que el “invierno demográfico” se nos acerca, y que la única manera que nosotros o cualquier otra nación puede evitar esa catástrofe es comenzando a tener más hijos. Dada la mentalidad contraceptiva reinante, no es probable que esto suceda en un futuro cercano.

Frente a toda esta matanza y destrucción, ¿qué razón tengo para la esperanza?

Nuestra Señora, simplemente.

Como Madre de la Vida, ella es “Vida, Dulzura y Esperanza nuestra” Desde hace mucho tiempo ha anunciado el Triunfo de su Corazón Inmaculado, y tengo confianza en que esa victoria está efectuándose en nuestro mundo mientras hablo. El de ella no será un triunfo de la educación, aunque debemos continuar educando al mundo sobre la inviolabilidad de la vida. No será un triunfo político, aunque debemos continuar luchando en el ámbito de los derechos humanos fundamentales. ¿Y es que alguien de veras cree que el sistema de tribunales corruptos se puede reformar en esta etapa del partido? Ahí no es donde tendrá lugar Su victoria.

El Inmaculado Corazón de Nuestra Señora triunfará decididamente en los corazones. Ese es el Reino en el que desea reinar con Su Rey. Por eso, en casi todas sus apariciones Nuestra Señora ha pedido oraciones por la conversión de los pecadores, y tenemos que hacerlo todos los días, comenzando con nosotros mismos. El aborto es el crimen perfecto contra la humanidad; se ha hecho poderoso debido a su éxito irrestricto en el mundo durante los últimos cuarenta años, y en su arrogancia no pretende muy pronto dejar de matar, ¿pero será demasiado poderoso para Nuestra Señora? Nunca. Ella es la Reina del Cielo y de la Tierra. No hay pecado que pueda sobrepasar su poder de convertir corazones.

Termino con un mensaje para el movimiento provida en general y para toda alma en particular: Pongámonos de nuevo de rodillas para suplicar a Nuestra Señora la conversión de nuestro mundo. Entonces, levantémonos con esperanza y manos a la obra.

Rev. Thomas J. Eutenauer,
Presidente de
Human Life International

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