21 septiembre 2005

Confía, confía, confía



Confía, confía, confía
Apareció en Mundo Cristiano


Me llamo Carlota Ruiz de Dulanto, nací en la década de los 60 en una familia maravillosa, soy la mayor de 3 hermanos y la única chica. La enseñanza primaria la hice parte en París, donde estaba destinado mi padre, y la secundaria en Madrid, en el colegio Montealto. Estudié la carrera de Derecho en la Autónoma de Madrid.

A los 25 años sufrí un accidente grave, estaba trabajando en Michigan (EEUU) y durante un tornado me cayó un árbol en la espalda y me rompió la columna vertebral a nivel de las lumbares. En cuestión de segundos pasé de ser una bailona, esquiadora y deportista a sentarme en una silla de ruedas para toda la vida. Luego he conseguido desplazarme también con muletas pero en aquel momento, en la sala de urgencias del hospital, el pronóstico fue taxativo: "You will never walk again" (nunca volverás a andar).

A partir de ahí, me cambiaron los planes de vida, olvidé la carrera diplomática y entré a trabajar en IBM. Javier, mi marido, que entonces era mi novio, no se fue de mi lado, caso bastante inhabitual en estas circunstancias tan difíciles. Pasaron unos años, nos casamos y hemos formado una familia.

Trabajo en un departamento de IBM de operaciones financieras de la región sur de Europa, mi discapacidad no es un problema ni para mí, ni para mis compañeros, ni para la compañía. Compagino bastante bien mi vida familiar y laboral gracias a Javier y a mi madre, que están siempre implicados, y a la política de teletrabajo de mi empresa, que me permite flexibilizar los horarios de entrada y salida y si es necesario también trabajar desde casa.

Y sobre todo porque Dios y solo ÉL es quien provee, Él me ha dado unas limitaciones y Él se encarga de solucionarlo todo, Él lo hace todo yo no hago nada. Dios nos ha regalado 3 hijas, Mencía, Mariana y Paloma. Estas tres princesas, ante los aspavientos de mi respuesta, muy a menudo me hacen esta pregunta:

- Mamá cuando te encuentres con Dios ¿qué le vas a decir?
- ¡¡¡Me lanzaré en sus brazos y me lo comeré a besos!!!

Realmente eso es lo que me produce pensar en mi Padre del Cielo. Cuando miro para atrás y veo mi vida, siento con qué delicadeza ha ido Dios guiándome... Nada de lo que me ha ocurrido ha sido por casualidad, su mirada amorosa estaba junto a mí, especialmente en los momentos más duros, que os aseguro los he tenido, quizá en esos momentos de pánico, dolor y desconcierto no lo notaba, pero sí sentía una algo firme que me decía "Carlota, confía... confía ... confía..." Me ha rodeado de ángeles, han caído en mis manos libros muy profundos, me ha protegido siempre.

Os puedo contar una historia muy bonita que me hizo caer rendida de fe a los pies de la Virgen María. En el año 2000 estaba embarazada de mi tercera hija y, como no iba a nacer hasta el 20 de noviembre, me fui tranquilamente de vacaciones a casa de mis suegros a Fuenterrabía. Contra todo pronóstico, el 15 de Agosto me puse de parto; en la Maternidad de Ntra. Sra. de Aranzazu de San Sebastián no pudieron pararlo y, esa misma noche, di a luz una niñita que más parecía una codorniz, de 600 gramos de peso, que me dijeron que no era viable.

Cabía en las palmas de las manos de la enfermera que se la llevó, me ofrecieron verla pero no pude, no quería recordar su carita en mis sueños. Le pedí a la enfermera que se la llevó que la bautizara. Cuando salí del quirófano me llevaron a otro cuarto con otra madre que también había perdido a su bebé y me dieron unas pastillas para cortarme la leche. A las 3 de la mañana apareció un pediatra a explicarnos la tenebrosa situación: la niña tenía un respirador y un derrame cerebral de prematura y, era tan inmadura, que el pronóstico era muy grave. Tenía pocas probabilidades de vivir y si vivía tendría graves secuelas.

La sensación de vacío, de soledad, de fracaso y tristeza me invadió por completo. Las horas cercanas a la madrugada eran metálicas y frías, oía llorar a otra madre en la cama de al lado, yo no tenía fuerzas ni para llorar, mi cabeza giraba en torno al vacío de la situación, había dado a luz a una niña que no iba a vivir.

En esos momentos de desolación absoluta, me acordé que la niña había nacido el día 15 de Agosto, la Asunción de María, a las 23:50, e hice la pirueta espiritual...

Amanecía en San Sebastián, por la ventana se veía el cielo azul con hilos de nubes rosas, y pensé en Ella, en mi querida Madre del Cielo, revestida de gloria y nubes rosas, y le pedí lo imposible. Yo soy parapléjica y al pensar que mi hija podía ser paralítica cerebral toqué fondo: "¿dónde iba yo en silla de ruedas empujando otra silla de ruedas?". Tenía que creer en lo imposible y le pedí con toda mi alma a la Virgen una niña viva y sana.

Cuando por la mañana regresó mi marido y le conté la osadía de mi petición, pensó que en esa noche fatídica, no sólo había perdido una hija, sino que además su mujer se había vuelto loca. A la mañana siguiente fuimos a la incubadora, el panorama era desolador, era el bebé más pequeño que habíamos visto nunca, a su lado un niñito en parecidas condiciones se acababa de morir. Fuimos a buscar al capellán para que le diera la Unción de Enfermos, porque ya la había bautizado la enfermera, y le pusimos de nombre Paloma. Íbamos dos veces al día a verla, a acariciarla y a sufrir a su lado. Pruebas, ecografías, vías, transfusiones, informes, el pulsímetro pitando a todas horas...

Estuvo un mes con paradas cardiorrespiratorias que se la podían llevar en cualquier momento, cada día que llegábamos al hospital estábamos preparamos para la peor noticia. En esa angustia, me colgué de Ntra. Sra. de Aránzazu en la capilla del Hospital y le pedí hasta el hastío por esa niña. Os aseguro que cuando me quedaba sola en la capilla se lo pedía a gritos.

Cuando llegó a un kilo de peso, la trasladaron en UVI móvil a La Paz a Madrid, donde nuestras otras hijas empezaban ya el colegio. Allí estuvo dos meses más. Costó mucho pero, por fin, el 22 de noviembre nos la llevamos a casa con oxígeno y mucho miedo, agotados, pero nos la llevamos. Tuvo alguna recaída en los primeros meses, os aseguro que fue una pesadilla.

Hoy Paloma tiene 4 años va al colegio Montealto, es una niña más que sana, es fuerte, es guapa, lista, resolutiva, es vital y alegre, no tiene secuelas, es una superviviente que nos recuerda cada día que para Dios no hay nada imposible. En las cruces subsiguientes que me va presentando la vida, veo a Paloma y confío: estamos en manos de Dios, en las mejores manos, el problema es que no nos lo creemos.

También he descubierto la Cruz, el misterio de la Cruz Gloriosa, como siempre, Él está detrás, liberándonos y abriéndonos con ella la puerta del cielo. Él nos ha traído a este mundo y no nos deja solos, está ahí siempre, respetando nuestra libertad y susurrándonos al oído:


"Te quiero con locura, tanto que he dado mi vida por ti,
y te creé porque te quiero y quiero que seas feliz conmigo eternamente"



ABORTO: Un millón de muertos

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