30 septiembre 2009

Confieso que quería abortar


 Raúl Espinoza Aguilera
 21 May 2008 11:36
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Con motivo de la ley del aborto aprobada por la Asamblea del Distrito Federal y que en estas semanas entró en discusión en la Suprema Corte de Justicia de la Nación con diversas ponencias a favor de la vida humana y del aborto, me pareció interesante acudir a la institución VIDA Y FAMILIA, A.C. (VIFAC) para pedir algunos testimonios de casos reales en los que felizmente los bebés pudieron nacer y no se acudió al aborto.
Aclaro que, por razones de confidencialidad y respeto a la privacidad de la vida de esas personas, cambié sus verdaderos nombres y demás datos.


Mi primera reacción: miedo, temor y angustia
Patricia, estudiante de Pedagogía, de 21 años, mantenía relaciones sexuales con su novio, utilizando anticonceptivos. Un día se enteró con sorpresa que estaba embarazada.
“Mi primera reacción fue de miedo, temor y angustia. Al confirmarle esta noticia a mi novio, éste desapareció y nunca más supe de él. Una amiga me recomendó ir con un médico para que me practicara el aborto. Acepté, sin pensarlo demasiado. Pero cuando –por medio del ultrasonido– observé a mi hijo en la pantalla y escuché latir su corazón, me di cuenta que no era capaz de matar a mi indefenso bebé.
“Para esto, mi familia no estaba enterada y supuse que reaccionarían mal. Realmente estaba desesperada y no tenía dinero. Busqué por internet varias direcciones y me encontré con la asociación VIDA Y FAMILIA, A.C., que es una institución privada que brinda hospitalidad, alimentación, atención médica durante el embarazo, orientación psicológica, moral y jurídica.
“Me aceptaron de inmediato; ni siquiera me hicieron un estudio socioeconómico. Sólo confiaron en mi palabra. Al llegar a una de las casas de esta asociación, me encontré con muchas mujeres que se encontraban en una situación semejante a la mía. Me dieron una maravillosa ayuda y gracias a ellas pude tener a mi hijo. Actuaron verdaderamente como si fueran mi ‘madre suplente’”.


Mi embarazo fue producto de una violación
Gabriela, es empleada del hogar. Comenta: “Cuando me enteré que estaba embarazada, sufrí mucho y lo primero que pensé fue en abortar. Después se lo comenté a la señora de la casa donde trabajaba y ella me llevó a VIFAC. Allí me dieron techo, comida y atención médica.
“Así estuve los últimos meses de mi embarazo hasta que llegó el día de dar a luz. Con todo el dolor de mi corazón, tuve que darlo en adopción porque no tengo dinero para mantenerlo y porque estaba muy afectada psicológicamente, ya que mi embarazo fue producto de una violación.
“Al poco tiempo me enteré que unos papás lo tomaron legalmente en adopción. Sé que le van a dar mucho cariño y amor. Lo que me dejó esta experiencia es que nadie tiene el derecho de quitarle la vida a un ser humano, y me alegro mucho de haber traído un hijo al mundo”.


Con apoyo psicológico adecuado…
Guadalupe narra su experiencia. Ella es originaria de Orizaba, de 24 años. Se enamoró de Julián, quien estudiaba en la universidad. Pasaron los meses, se enamoraron y él le propuso matrimonio. Guadalupe fue a Orizaba a consultarlo con sus padres. Por el modo de pensar y la conducta de Julián, sus padres no estuvieron de acuerdo y se opusieron abiertamente a su matrimonio.
De regreso en el Distrito Federal, se lo comentó a su novio. Éste tuvo, como reacción, un ataque de furia, la ató a una silla y la violó. Inmediatamente después, Julián huyó a una ciudad de provincia.
Guadalupe, desesperada, pidió ayuda a la jefa de su trabajo. Ésta le recomendó que acudiera a VIFAC. Meses después de estar internada en esta casa-hogar, pudo finalmente tener a su bebé, regresó a su antiguo trabajo pero con sus estudios de secundaria terminados, ya que en VIDA Y FAMILIA también le ayudaron escolarmente.
Además, con un adecuado apoyo psicológico, le explicaron, que ella no tuvo culpa de ese ataque de su novio y que mirara hacia adelante y luchara por darle amor y felicidad a su pequeño.

Una experiencia dolorosa y gozosa…
Carmen también comenta: “He conocido a otras personas que contamos con la misma experiencia dolorosa y gozosa –a la vez– de ser madres solteras. Pienso que todas agradecemos a Dios y a las personas que trabajan en esta asociación para ayudarnos a rescatar nuestras ganas de vivir y salir adelante amando y valorando a la criatura que llevamos en nuestro vientre, y darle la oportunidad de vivir”.

Una luz en el camino


Margarita, de condición muy humilde, acudió a VIFAC, dió a luz y entregó a su hijo en adopción. Escribe estas conmovedoras palabras:
“Que Dios bendiga a toda esta gente que trabaja por la mujer embarazada desamparada. Gracias ellos vemos una luz en el camino, vemos que tenemos otra oportunidad para rectificar el rumbo de nuestras vidas. Nos hacen ver que valemos mucho, que tenemos una gran dignidad como personas, y que, por más pesada que sea la cruz que llevamos cada una, siempre existe alguien que te tiende la mano y te ayuda. La gente buena  todavía existe”.

Una reflexión final
Estos son sólo algunos de los miles de testimonios que se conservan en esta espléndida asociación nacional que promueve y defiende la vida humana. Me pregunto, ¿por qué las autoridades del Distrito Federal no orientan todos esos recursos económicos en trabajar para rescatar vidas humanas inocentes, en vez de recurrir al camino fácil y homicida del aborto?

VIDA Y FAMILIA (VIFAC), como muchas otras asociaciones en México y en muchos otros países que trabajan por esta misma causa, están demostrando con hechos que sí es posible dar una respuesta positiva, acorde con la dignidad humana; que ante un embarazo inesperado hay que preocuparse verdaderamente por el bienestar de las mujeres con ese problema, y salvar la vida de los no nacidos.
¿Hay acaso alguna otra felicidad comparable a la de una mujer que engendró a su hijo y se le entrega –por vez primera– en sus brazos?

Adopcion Espiritual

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