Como padre de seis hijos, me parece lamentable que el esfuerzo hecho por la Administración en aproximarnos (o incluso adelantar) a las políticas sociales de otros países de la Unión se olvide de las familias, especialmente de las numerosas. El otro día fui a comprar un billete de diez viajes para el Cercanías de Madrid y, ante mi sorpresa por no ofrecérseme descuento alguno, me informaron de que el que suponía la adquisición del bono no era acumulable al familiar. Si consultamos la legislación sobre ayudas a la adquisición de viviendas de protección oficial (donde caben dos, es fácil que no quepan ocho), resulta que a los hijos hay que alimentarlos con setas recogidas en el campo y dedicarse al furtivismo (caza y pesca) para llegar a fin de mes, con el nivel de ingresos necesario para cumplir los requisitos de esta normativa. La progresividad de la desgravación del IRPF se «congela» a partir del cuarto hijo (los caprichos no deben subvencionarse). Y así, un largo etcétera. Ahora bien, mis hijos cotizarán el día de mañana para pagar las pensiones de los que, por las más variadas y respetables circunstancias y voluntades no tuvieron hijos, o prefirieron tener uno o dos. Nada que objetar. Pero mi pensión será la misma que si mi mujer y yo hubiésemos invertido nuestro tiempo, trabajo y dinero en darnos la vida padre (sin hijos).
Carlos Arriola Garrote. En ABC
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