02 noviembre 2004

La raíz del aborto: el dinero

Carol Everett fue directora de cuatro clínicas abortistas, propietaria de dos, en Estados Unidos, desde 1977 hasta 1983, año en el que, tras un proceso de conversión, abandonó algo tan inhumano. En esta entrevista desentraña el interior de este negocio:

¿Cuál es la fuerza que gobierna la industria del aborto?

El dinero. Es un negocio muy lucrativo. El producto, el aborto, es hábilmente comercializado y vendido a la mujer en un momento de crisis en su vida. Ante la mujer, el personal de la clínica y los vendedores de abortos deben negar la personalidad del bebé y el dolor causado por ese procedimiento. Cada mujer tiene dos preguntas en la conciencia: ¿Es un bebé?; y ¿Me dolerá mucho? Los abortistas deben responder No. Deben mentir para asegurarse el consentimiento de la mujer y el pago a la clínica. A la mujer se le dice que estamos tratando el producto de la concepción, o un coágulo de sangre. Se le dice que sentirá sólo ligeros calambres, mientras que, en realidad, el aborto es extremadamente doloroso.

¿Cuáles eran los métodos de aborto que se usaban en sus clínicas?

En su mayor parte, la industria del aborto dejó de usar los procedimientos salinos y de prostaglandina, debido al número de nacimientos vivos. Un nacimiento vivo significa que usted debe dejar que el bebé muera, o deshacerse de él de una manera repugnante. La mayoría de los abortistas usan el método de dilatación y evacuación, para el segundo y tercer trimestres. El abortista usa largos fórceps para despedazar al bebé dentro del útero de la madre, y para remover los pedazos. Así se evitan los nacimientos vivos y que la mamá pase por la experiencia de un parto. Pero éste es un procedimiento horrible, en el cual el bebé despedazado debe ser reconstruido fuera del útero para asegurarse de que salieron todos los pedazos. Después, los echábamos en el triturador de basura. Algunos músculos de bebés de segundo y tercer trimestre eran tan fuertes que, como el bebé no se iba a triturar, teníamos que tirarlos en recipientes de basura.

Se supone que el aborto es una experiencia sin riesgo. ¿De qué complicaciones puede usted dar testimonio?

Las complicaciones más comunes son perforaciones o rasgaduras en el útero, y muchas de éstas resultan en histerectomías. El abortista también puede cortar o dañar las vías urinarias, lo cual requiere reparación quirúrgica. Una complicación que rara vez se hace pública es aquella en la que el abortista perfora el útero y saca los intestinos por la vagina, ocasionando la colostomía. Algunas de éstas pueden volverse atrás, pero otras colostomías son para el resto de la vida.

¿Cómo esconden al público esas complicaciones?

Se monta a la mujer en un coche (una ambulancia parada fuera de una clínica de abortos es una pésima publicidad) para transportarla a un hospital que proteja al doctor y la reputación de la clínica de abortos. La preocupación no es por la paciente, sino solamente por guardar una reputación intachable. Es necesario cubrir las formas con los familiares de la paciente, que están tratando de lidiar con sus sentimientos de culpabilidad y otras emociones debidas a la situación, y no quieren enfrentarse a la presión adicional de que se exponga la verdad a través de los medios de difusión.

¿Por qué se salió usted del negocio del aborto?

En 1983, el año en que me fui, me había embolsado aproximadamente 250.000 dólares. Dinero, dinero, dinero: allí era donde estaba mi corazón. Dos cosas entraron en juego al mismo tiempo. Experimenté una profunda transformación religiosa: una conversión; y, casi al mismo tiempo, una cadena televisiva de Dallas denunció los abortos que hacíamos en mi clínica a mujeres que no estaban embarazadas. ¡Todo por dinero! Finalmente, me di cuenta: No estamos ayudando a las mujeres; estamos destruyéndolas, y también a sus hijos. Para entonces, mi transformación se completó, y caí en la cuenta de que no solamente debía abandonar mi participación en la industria del aborto, sino que tenía que ayudar a promover la verdad.

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