La píldora del día después (pdd) es un producto hormonal que puede contener estrógenos o progestágenos que tomado en las 72 horas siguientes, a lo que llaman un coito sin protección, imposibilita el embarazo. Se habla de coito sin protección cuando no se toman las medidas necesarias para que el encuentro natural entre el gameto masculino y femenino se produzca, pues si se encuentran tienden a unirse y puede darse el inicio de una nueva vida, y por tanto, un embarazo. Explico esto, pues parece ser que en los tiempos que corren, nos están haciendo pensar que el embarazo es algo totalmente imprevisible que puede sobrevenirle a una caminando por la calle o comprando en cualquier centro comercial. Y esto no es así pues para que “una y uno” empiecen a temer por las consecuencias embarazosas del hijo, previamente tiene que haber habido una unión sexual libre y asumida por ambos en la que todo vale menos el posible hijo.
La pdd puede actuar de dos formas diferentes según la fase del ciclo en que se encuentre la mujer. Si se toma la pdd días antes de la ovulación podría actuar como mecanismo de bloqueo de la ovulación emulando en este caso a un anticonceptivo. Si se toma la pdd en los días fértiles de la mujer su efecto va dirigido a destruir el endometrio, parte interna del útero, para que no pueda anidar el embrión, fecundado en las trompas y de viaje en estos momentos al útero para emplazarse allí para su desarrollo. Su acción en este segundo caso es abortiva. No se quiere al hijo y se actúa para eliminarlo actuando en las estructuras de soporte para su gestación: el útero materno.
¿Podemos realmente hacer dos valoraciones éticas de la pdd según el momento en que son ingeridas? ¿Cúal es el objeto siempre de la pdd? No nos dejemos confundir por las distintas posibilidades de la actuación de la pdd. Su finalidad es siempre contragestágena, esto es, se toma la pdd para que no se produzca la anidación del embrión en el útero materno. Se toma con esta finalidad siempre y de aquí su grave daño moral y personal. Nadie sabrá realmente si ha habido fecundación pero en el transfondo de su utilización se produce un daño volitivo e intencional de eliminación del hijo que preside todo el proceso.
Cuando se toma la pdd siempre cabe la posibilidad de producir el aborto de un hijo, si lo hubiere, se esté en la fase que se esté del ciclo menstrual. Las intenciones y voluntades, lo que más nos caracteriza como personas, no saben de momentos fértiles o infértiles, saben de intenciones licitas o ilícitas, de cobardías o valentías, de respetos o arrogancias, de males y bienes. El drama de la pdd está en el paso del aborto quirúrgico, doloroso y traumático, al aborto hormonal que permite incluso rechazar la idea de aborto pero que se difundirá rápidamente como el primer pesticida hormonal elaborado por los hombres contra su propia especie.
El profesor Jérôme Lejeune afirmó en 1988, cuando todavía no se fabricaba la pdd a gran escala pero que ya se pensaba en ella como la RU 486: “Se puede considerar, sin miedo a equivocarse, que, si este producto es efectivamente fabricado a gran escala, matará cada año más seres humanos de lo que hicieron juntos Hitler, Stalin y Mao-Tse-Tung”. ¡Qué razón llevaba! La pdd es la legalización del aborto en toda circunstancia y lugar y al alcance de cualquier persona, incluso menores. Ya no hacen falta leyes despenalizadoras del aborto, ni debates parlamentarios en torno al valor de la vida humana incipiente, ni recursos al Tribunal Constitucional. Parece que hayan ganado la batalla de la destrucción de vidas humanas los importantes laboratorios farmacéuticos y los políticos de turno que muestran una incapacidad patológica para descubrir valores y bienes en la conducta sexual humana, no en la forma de todo vale, sino bajo el prisma del respeto debido a todo hombre, mujer o hijo.
Las Comunidades Autónomas han tomado la delantera en este indeseado “progreso social” dentro del Estado Español ofreciendo la pdd gratis y sin necesidad de receta. Según nuestras autoridades democráticas es tan importante y benefactor este tratamiento, que la Sra. Geli, Consellera de Sanitat, lo ha puesto a salvo de posibles objetores de conciencia, asegurando que todas lo tendrán cuando lo quieran, pues la rapidez con la que se tome la pdd es la clave de su éxito.
Lo único que cabe contra este Goliat, es el ataque veraz y certero de pequeños grandes hombres que se nieguen a cargar en sus conciencias ni una sola vida por la receta, o dispensación del mayor pesticida contra el hombre que ha producido la humanidad hasta el día de hoy. La vida es bastante más seria e importante como para jugar con ella. 2004.11
Isabel Viladomiu
Psicóloga Clínica y Master en Bioética y Derecho
ABORTO: Un millَn de muertos
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