23 febrero 2006

Bebé medicamento: una decisión más emocional que racional



Amsterdam. La posibilidad de la producción de "bebés medicamento" se ha convertido en las últimas semanas en un tema de candente debate en Holanda. El Consejo de Salud publicó el pasado 18 de enero un informe para el gobierno que aconseja legalizar la producción de embriones "in vitro" como fuente de células madres para trasplantar a pacientes con enfermedades degenerativas. Hasta ahora la ley holandesa limita la aplicación de técnicas de fecundación artificial a fines reproductivos, aunque los embriones sobrantes pueden ser usados para investigación con el permiso de los padres.


El principal argumento aportado como justificación para la producción de embriones es el derecho de los padres a decidir racionalmente qué elementos técnicos están dispuestos a emplear para lograr la curación de un hijo enfermo. Partidarios del informe aducen que en una sociedad multicultural como la actual cada individuo debe determinar por sí mismo dónde están las fronteras de lo éticamente permisible, con la condición de que su decisión sea racional: bien meditada y basada en valores éticos personales.

El Consejo de Salud parte del supuesto de que los padres que recurren a esta opción como último recurso para intentar salvar la vida de uno de sus hijos han considerado detenidamente todos los pros y los contras y las consecuencias éticas de su decisión. En el caso de enfermedades de origen genético es el único modo del que se dispone para obtener un embrión sin el gen afectado que sea genéticamente compatible con su hermano enfermo. De todos modos, para asegurar la racionalidad de la decisión, los autores del informe recomiendan que los padres recurran a un "consejero" que les proporcione la información adecuada y les ayude a decidir de modo racional.

Aparte de que la valoración ética del obrar no depende del grado de racionalidad o la cantidad de células grises puestas en funcionamiento durante el proceso de decisión, el problema es que la teoría sobre este tipo de decisiones no se cumple en la práctica. El juicio de los padres ni es movido por la racionalidad, ni se identifica con ella.

Un análisis racional de las posibilidades de éxito de la técnica llevaría a un rechazo de la misma. La probabilidad de que un embrión "in vitro" posea un genoma sin alteraciones genéticas es del 1/16. Si se desean implantar al menos tres embriones en la madre hay que utilizar como mínimo 48 óvulos, lo que supone que la madre deba someterse a un tratamiento hormonal bastante fuerte. La probabilidad de que al menos uno de los embriones se implante con éxito y siga desarrollándose es del 20%. Además, en el caso de que el proceso tenga éxito, es posible que el enfermo no se restablezca completamente después del transplante, debido a la cantidad limitada de células madres en el cordón umbilical, y haya que recurrir a un trasplante de médula con riesgos para el recién nacido.

Aunque el deseo de los padres es legítimo y puede estar bien fundamentado, la decisión tiene más de emocional que de racional. Estudios realizados en la Universidad Libre de Amsterdam sobre el modo en que los padres deciden la conveniencia de hacer un test prenatal –que en Holanda no está todavía incluido en el control normal del embarazo– demuestran que los padres se mueven sobre todo por motivos emocionales, como las repercusiones afectivas que un hijo minusválido podría tener en su vida y en la de otros miembros de la familia. El proceso de racionalización se pone en marcha una vez tomada la decisión para justificar lo que se ha decidido.

El deseo de utilizar todos los medios disponibles para aliviar el sufrimiento y evitar la muerte de un hijo es comprensible. Pero es necesario trascender las emociones de cada caso particular y tener en cuenta que las soluciones adoptadas repercuten en la imagen y el valor del hombre dentro de una sociedad.

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Elisa García González es Investigadora en el Departamento de Filosofía y Ética Médica de la Vrije Universiteit de Amsterdam


Adopcion Espiritual

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