19 febrero 2006

PAPIS, PROFES, TÍOS Y COLEGAS



Por fin una bocanada de aire fresco en este nuestro sistema educativo que hace agua por los cuatro costados: Una madre sevillana descubría hace unos días en el ordenador de su hijo un vídeo deleznable de unos adolescentes que habían grabado, con un teléfono móvil, escenas soeces, degradantes y vejatorias de una compañera de instituto que, además, padece síndrome de Down y que, para mayor vileza y escarnio, habían «colgado» en internet. La madre copió el vídeo en un cederrón y se lo entregó a la dirección del centro escolar para que tomara las medidas oportunas. Puesto el caso en manos de la Policía, se descubrió que la «proeza» era obra de nueve compañeros de clase, entre ellos una chica y el propio hijo de la mujer que «destapó» el asunto. Actitud ejemplar de una madre, que es capaz de denunciar unos hechos tan reprobables para -aun a costa de que su propio hijo pudiera estar implicado- solventar una situación de profunda injusticia.

A la pésima educación, ya crónica, que padece este país hay que sumarle la pérdida progresiva de ese valor ético o moral, que no es de izquierdas ni de derechas, y que se llama respeto. Y esa pérdida es achacable, sobre todo y en primer lugar, a los padres y, luego, a los maestros. Víctor Hugo decía: «No hay malas hierbas ni hombres malos, sólo hay malos cultivadores». Por eso, en un mundo como el actual, cada vez más ateo, más deshumanizado, y más sin alma, o sea, más desalmado, donde ya se han relativizado hasta conceptos básicos como el del bien y el mal, resulta aleccionador que una madre, como esta sevillana, anteponga su responsabilidad como tal a la nefasta teoría del «colegueo» impuesta por el falso progresismo de algunos colectivos de profesores y padres de alumnos, que se refugian en la cobardía de una libertad mal entendida para no enfrentarse a su responsabilidad de poner coto a los desmanes de sus vástagos.

El hombre es un lobo para el hombre, advertía Plauto. Pero hasta los lobos tienen normas en la manada. Es una cuestión de supervivencia para la especie. Y esas normas se trasmiten de padres a hijos y de generación a generación. Los padres deben ser padres y los profesores, profesores y no los «tíos» de «que passa contigo...». Aquí -por mucho que rejuvenezca- el «colegueo» de padres y profesores con sus hijos y sus alumnos es, además de una memez, una irresponsabilidad que no tiene nada que ver con la confianza. Su misión no es «coleguear» sino formarles y prevenirles para que sean capaces de elegir bien sus valores y sus «colegas». Valores como que la libertad de usar todas las posibilidades que te da tu teléfono móvil termina donde empieza la libertad y la intimidad de los demás. Y así se podrán evitar atrocidades como la de los nueve energúmenos del instituto sevillano. Podrían empezar por enseñarles el viejo proverbio árabe de que «la crueldad es la fuerza de los cobardes».
ÁNGEL PUERTA

Adopcion Espiritual

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