19 febrero 2006

¿QUÉ QUEREMOS ENSEÑAR A LOS ADOLESCENTES?

Por Javier Aranguren

Se habla de la Ley de la Ordenación de la Enseñanza (LOE), de que el verdadero problema está en la calidad de la enseñanza. Quizá no sea tanto un problema de contenidos como de metas, de objetivos de fondo (si no se va a ningún sitio, ¿quién querrá esforzarse por viajar?).
De las etapas educativas, la de la adolescencia quizá sea la más delicada: entonces las personas –siendo máximamente dependientes— descubren su propia libertad e independencia, y se producen perplejidades. ¿Qué se puede hacer para transformar la crisis adolescente en ocasión de crecimiento?, ¿cuál es el papel de los educadores y de los padres en este asunto?



    > No importa tanto la pregunta acerca de cómo es el carácter de los jóvenes, como la de qué es lo que se puede hacer con este carácter

    > Los griegos entendían que educar no consistía tanto en dar información o conocimiento sino sobre todo en formar ciudadanos.

    > Nos encontramos con alumnos que son enanos del espíritu, centro de su mundo y deformes en su capacidad de pensar en el otro

    > Es necesario hablar, compartir tiempo con ellos. En el caso de adolescentes varones esta tarea corresponde sobre todo al padre

    > Con frecuencia se mercantiliza la vida intelectual, y sólo se habla de salidas, quizá sin ver que la mayor salida es la riqueza de la formación.

    > El lugar propio de la educación es la casa, la propia familia. El colegio es un lugar de ayuda, de apoyo, a lo que los padres hacen en casa.

    >Es necesario preguntarse cuál es el grado de comunicación que se tiene con la persona que nos apoya en el colegio.

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