1. Introducción
"¿Cómo pueden negarle un aborto a una niña de doce años que ha sido víctima del incesto?" se queja un indignado partidario del aborto obligatorio en estos casos. "Y cómo puede creerse uno mismo buena persona si fuerza a la víctima de una violación a que dé a luz al hijo del violador?" Pese a su excesiva vivacidad, son estos desafíos los que plantean comunmente el tema. Pero son preguntas emocionalmente cargadas, y a menudo no están diseñadas para el análisis, sino para (1) detectar y refutar "insensibles amantes de fetos" o, (2), con una ética inconsistente, permitir el aborto en algunas circunstancias, pero no en otras.
Desafortunadamente, muchas personas tienen dificultad en analizar estos argumentos porque la cuestión de los embarazos por asalto sexual es algo ampliamente incomprendido. Típicamente, ambos lados del debate presumen que las mujeres que llevan un embarazo debido a asalto sexual querrían un aborto y que el aborto las ayudaría a recobrarse del asalto, de alguna manera. ¿Cómo "gente buena" no va a ayudarlas a abortar? Así, las personas que valoran la vida incipiente aparecen en la posición incómoda de sostener que la santidad de su vida es más importante que las necesidades de las víctimas de asaltos sexuales, cuyo sufrimiento todos tendemos a sentir como si fuera propio.
2. La opción materna
Pero el vínculo madre-hijo es de tal naturaleza que en realidad el bienestar de la madre y del niño nunca están en conflicto. Ni siquiera en casos de asaltos sexuales se oponen. Tanto la madre como el niño son ayudados al no perpetuar la violencia, preservando la vida del bebé.
La razón por la que la mayor parte de la gente llega a la conclusión equivocada acerca del aborto en casos de violación e incesto es que, demasiado a menudo, se dejan de lado las verdaderas experiencias de las víctimas de asalto sexual que quedaron embarazadas. Mucha gente, incluyendo las víctimas de asalto sexual que no fueron embarazadas, se ha formado opiniones basadas en prejuicios y temores, opiniones desconectadas de la realidad.
Por ejemplo, se asume comúnmente que las víctimas de violación que quedan pregnantes querrían naturalmente tener abortos. Pero en un estudio importante de víctimas embarazadas de violaciones en EE.UU. se encontró que 75 a 85 por ciento escogieron *contra* el aborto (Mahkorn 1979).
Esta evidencia y los estudios posteriores debería hacer que la gente se detenga y reflexione sobre la presunción de que el aborto es deseado o incluso que es lo mejor para las víctimas del asalto sexual.
3. Razones para no abortar
Muchas razones se explicitan para no abortar. Primero, aproximadamente el 70 por ciento de todas las mujeres creen que el aborto es inmoral.
Aproximadamente el mismo porcentaje cree que el aborto sería otro acto de violencia perpetrado contra sus cuerpos y sus hijos.
Segundo, muchas distinguen el cuerpo del niño, formado a medias del violador y de la madre, del alma del niño que no proviene de esos genes. Esta profunda comprensión es especialmente fuerte fuera de la cultura angloamericana, en la que ha crecido mucho la leyenda, propagada a veces con apariencia de rigor científico, de que los genes fabrican a la persona como las instrucciones para armar un mecanismo fabrican a éste. En otros países esa leyenda académica todavía no ha penetrado, o ha penetrado mucho menos, aunque muchas películas cinematográficas y el periodismo la repitan; y el alma del niño sigue reconociéndose como una realidad distinta de las condiciones mentales que le provee la mezcla genética de su cuerpo.
Muchas mujeres también creen que la vida de sus niños tiene un significado intrínseco o un propósito que ellas aún no entienden. Este niño fue traído a sus vidas por un acto horrible, repulsivo. Pero ellas perciben que esto no quita que tal vez Dios, o el destino, vaya a emplear a los niños para un propósito más grande. El bien puede venir de un mal.
Tercero, las víctimas de un asalto sexual muchas veces se vuelven introspectivas y "rumian" largamente sus pensamientos. Reflexionan mucho sobre sí mismas y su nueva condición de violadas embarazadas. Su sentido del valor de la vida y el respeto a otros se hace mayor. Ellas han sido victimizadas, y les es repulsiva la idea de que se pueden volver verdugo de su propio e inocente hijo a través del aborto.
En cuarto lugar, al menos a un nivel inconsciente, la víctima puede sentir que si ella puede superar el embarazo habrá conquistado la violación. Al dar a luz, ella recobrará algo de su autoestima perdida.
4. El valor de amar a un hijo cuyo cuerpo
siempre será parcialmente moldeado por genes del violador
Dar a luz, especialmente cuando la concepción no fue deseada, es un acto totalmente desinteresado, un acto generoso; un despliegue de coraje, fuerza y honor. Es entendido por la víctima como la prueba de que ella es mejor que el violador. Mientras él fue egoísta, ella puede ser generosa. Mientras él destruyó, ella puede brindar cuidados.
Si, así, dar a luz mejora el auto-respeto, ¿qué ocurre al abortar? Esta cuestión muchas personas no la consideran. En vez de ello, la mayoría de la gente asume que un aborto al menos ayudará a la víctima de violación a dejar atrás el asalto y continuar su vida. Pero al saltar a esta conclusión, se está adoptando un punto de vista no realista respecto al aborto.
El aborto no es una cirugía mágica que corre el tiempo hacia atrás y hace que una mujer se "desembarace". En vez de eso, es un evento real hacia adelante que siempre es gravemente tensionante y muchas veces traumático. Una vez aceptado que el aborto es en si mismo un evento con ramificaciones en la vida de una mujer, entonces debemos mirar cuidadosamente a las especiales circunstancias de una víctima de violación embarazada.
5. Preventa, venta y postventa del aborto
¿Podrá un aborto en verdad consolarla, o sólo causará más dolor a su ya golpeada psiquis? Para contestar esta pregunta, ayuda empezar notando que muchas mujeres informan que sintieron sus abortos como formas degradantes y brutales de violación médica (Francke 1978, Reardon 1987). Esta asociación entre aborto y violación no es difícil de entender. El aborto involucra un examen doloroso y manipulación de los órganos sexuales de una mujer por un extraño enmascarado que está invadiendo su cuerpo y llega más adentro que el mismo violador.
Una vez que la víctima del asalto sexual se encuentra en la tabla de operaciones, ella pierde nuevamente el control sobre su cuerpo. En la práctica, si protesta y pide al aborcionista que se detenga, probablemente se la ignorará y se le dirá "Es demasiado tarde para que ahora cambie de opinión. Esto es lo que en un momento anterior quería. Tenemos que terminar." Y mientras ella yace ahí tensa y desvalida, la vida escondida dentro de ella es literalmente succionada fuera de su útero, y aunque la madre dude o incluso cambie de opinión su voluntad es violada nuevamente. ¿La diferencia? En un asalto sexual, a una mujer le roban su pureza, en esta violación médica a ella le roban su maternidad.
Todo sabemos que, en realidad, la propaganda para que aborte se parece mucho a la que busca vendernos algún aparato innecesario, como tal vez un teléfono celular o un televisor. Todos conocemos cómo, al consultar por estos aparatos, se nos trata de inducir a la compra y a concretarla antes que nos arrepintamos. Lo mismo pasa con el aborto, sea pagado privadamente o por alguna institución al abortero. A la madre se le presenta su hijo como sucio o sidoso o "futuro criminal como su padre" y se ocultan sus imágenes y las informaciones acerca de su existencia personal – igual que la de la madre – y el dolor que se le infligirá para matarlo o para hacerlo arder vivo inyectando sal (que actúa sobre toda su humectada piel tal como al aplicarla dentro de nuestra boca, ano o vagina) en el líquido que lo baña.
6. Problemas culturales
Sobre todo, no se comenta que el niño es una existencialidad irremplazable, que el universo todo sería distinto si no existiese. La cultura que supone a la gente creada por sus genes es ciega para ver qué es lo que hace a cada persona distinta de cualquier otra.
No se trata de las diferencias del cuerpo, ni de la biografía, ni de las circunstancias históricas, sino de ser otro. Como el idioma se formó en esa cultura y no desarrolló palabras claras para distinguir una existencialidad personal de otra, a la gente se la distingue por marcas corporales (huellas digitales, ADN, etc.) o mentales (memorias, hábitos, etc.) y hasta algunos académicos confunden esas marcas con la persona. Así David Hume decía que la identidad personal es provista por las memorias (no se daba cuenta que para tener memorias ya hay que ser una persona en vez de otra), George H. Mead definía persona como lo "que se crea cuando uno comprende qué esperan de uno los demás", y no pocos desinformados confunden personeidad (ser persona) con personalidad (tener tal o cual estilo de obrar). Otros confunden la identidad personal con su reconocimiento y así creen que la identidad personal se adquiere cuando los jueces y abogados reconocen que una persona es, por ejemplo, el hijo desaparecido de otra.
Muy lejos de ello, uno no es otro debido a su propia constitución existencial, es decir al acto de ser que le da realidad haciéndolo aparecer en el cuerpo y circunstancias en que apareció, y no en ninguna de las otras posibilidades del universo.
Pero la cultura, o ideas de la sociedad, no ayuda para explicarle esto a la víctima de violación que va a ser madre. Mucho menos le interesa a los abortistas darle valor a estas consideraciones fundamentales. Las despreciarán, si es que llegan a oirlas, sin entenderlas pero percibiendo que van contra su negocio. La víctima de violación no tendrá la menor oportunidad de entenderlas, menos de apreciarlas o de tomarlas en serio.
7. Asociación entre aborto y asalto sexual
Esta asociación sentida entre aborto y asalto sexual es muy fuerte para muchas mujeres. Es especialmente fuerte para las mujeres tuvieron un asalto sexual, esté o no la mujer embarazada como resultado del asalto (Zakus 1987). Esta es sólo una razón por la cual las mujeres con historia de asalto sexual tieden a experimentar durante y después del aborto una angustia mucho mayor que las otras mujeres que abortan.
Además, después de cualquier aborto es común para las mujeres el experimentar culpabilidad, depresión, sensaciones de estar "sucia", resentimiento contra los hombres, rechazo a toda revisación íntimas y autoestima muy disminuída. Esas sensaciones son idénticas a las que las mujeres sienten típicamente tras su violación.
El aborto, entonces, solo acentúa y se suma a las sensaciones traumáticas asociadas con el asalto sexual. Más que eliminar las cargas psicológicas de la víctima de asalto sexual, el aborto se añade a ellas.
8. Casos y motivos
Esta es la experiencia de la joven universitaria J. B., quien informa: "Pronto descubrí que las consecuencias de mi aborto continuaron mucho después que el recuerdo de mi violación se había desvanecido. Me sentí vacia. Horrible. Nadie me previno acerca del dolor interno; nadie me dijo que me causaría pesadillas y profundas depresiones. Tan solo me dijeron que después del aborto podría continuar mi vida como si nada hubiera pasado." Tampoco nadie le dijo nada acerca de que, al ir madurando, ella podría adquirir mejor comprensión de la vida y ver su acción como el asesinato de su hijo con motivo de que la mitad de los genes en su cuerpecito provenían de un violador a través de su acto criminal.
Esta comprensión llega, en muchos casos, cuando el asesinato del niño es ya irreparable, y la madre comienza a ponerse en el lugar de su hijo y a imaginar como podría haber sido su crianza, al comprender que las personas son irremplazables y que ningún nuevo niño podría substituir la existencia y existencialidad del otro.
Los que alientan el aborto muchas veces lo hacen porque se sienten incómodos en tener que tratar con víctimas de la violación, o tal vez por prejuicios contra las víctimas a quienes no pocas veces ven como "culpables por dejar que les sucediera." El deshacerse del embarazo es una forma de esconder el problema.
Deshacerse del embarazo es el camino "rápido y sencillo" de evitar el tener que enfrentar las verdaderas necesidades emocionales, sociales y financieras de la mujer y del niño por nacer, especialmente en los poco casos en que es, además, enfermo. (Estadísticamente, la proporción de bebés con patologías no es diferente entre los hijos nacidos por violación o por coito deseado). El verdadero motor del aborto por violación está en su mayor parte fuera de las madres violadas.
De acuerdo a K. de Z., "He sobrevivido la violación y también he criado a un hijo "concebido en una violación", dando y recibiendo profundísimo afecto. Me siento personalmente asaltada e insultada cada vez que escucho que el aborto debería ser legal en caso de violación e incesto. Siento que somos usadas por los intereses aborcionistas para promover el aborto, incluso a pesar de que no nos han pedido que demos nuestra opinión."
9. Cuando la violación es incestuosa
El argumento contra el aborto de embarazos por incesto es aun más fuerte.
Los estudios muestran que las víctimas de incesto raramente acceden en forma voluntaria a un aborto (Maloof 1979). En vez de ver el embarazo como indeseado, es más común que la víctima de incesto vea el embarazo como una forma de detener la relación incestuosa, porque el nacimiento del hijo expondrá a la luz pública la actividad sexual.
Es más probable que ella también vea el embarazo como una esperanza de tener un hijo con quién establecerá una verdadera relación afectiva, una muy diferente de la relación de explotación en la cual se encontraba atrapada.
Pero mientras las víctimas de incesto pueden atesorar su embarazo porque ofrece una esperanza de liberación, y la esperanza de encontrar amor, su embarazo es una amenaza para el abusador incestuoso.
También es una amenaza para el secreto patológico que puede incluir a otros miembros de la familia, quienes están asustados de reconocer o de que se sepa que el abuso está ocurriendo. Ya que esta es una amenaza doble, las víctimas pueden ser obligadas a un aborto no deseado tanto por parte del abusador como de otros miembros de la familia, aunque ella misma, en sus circunstancias, pudiera desearlo o lo desee.
Un caso típico es el de E. Y., víctima de incesto de doce años de edad que fue embarazada por su padrastro y escribe, veinticinco años después del aborto de su hijo: "Al pasar de los años he estado deprimida, suicida, furiosa, ultrajada, sola, y he resentido mucho la pérdida... El aborto que iba a ser por "mi mejor interés" no lo fue. Solo salvó sus reputaciones, resolvió sus problemas, y permitió que sus vidas continuaran alegremente... Mi hija... ¡cómo extraño a mi hija! La extraño sin importarme la causa de su concepción."
Los proveedores de abortos ignoran esta evidencia y se no se molestan en preocuparse por menores que se presentan para abortos provenientes de coerción o incesto. Tales "empresarios biomédicos" están en realidad contribuyendo al abuso de jóvenes y niñas. No solo están robándole a la víctima su hijo; están escondiendo el crimen, incitando al perpetrador, y devolviendo la víctima al abusador de forma que la explotación continúe.
10. Habla un ex--feto cuyos genes son
por mitades de su madre y de un violador
Finalmente, debe reconocerse que los niños concebidos a través del asalto sexual también tienen una voz que merece ser escuchada.
Julie Makimaa es uno. Con su cuerpo concebido en un acto de violación y su existencialidad creada, como todas, distinta (aquello que la cultura apenas permite advertir) pero no por sus circunstancias sino por lo mismo que sostiene a éstas, y constituída como surgiente en ese cuerpo y no en ningún otro, Julie trabaja diligentemente contra la percepción de que el aborto es aceptable o incluso necesario en casos de asalto sexual. Mientras que es compasiva respecto al sufrimiento de su madre en manos de su atacante y después, Julie también está muy orgullosa de su valor y generosidad. Tal podría haber sido, también, el caso del presente lector.-
Referencias
1. Mahkorn, "Pregnancy and Sexual Assault," The Psychological Aspects of Abortion, eds. Mall & Watts, (Washington, D.C., University Publications of America, 1979) 55-69.
2. Francke, The Ambivalence of Abortion (New York: Random House, 1978) 84-95, 167.
3. Reardon, Aborted Women - Silent No More (Chicago: Loyola University Press, 1987), 51, 126.
4. Zakus, "Adolescent Abortion Option," Social Work in Health Care, 12(4):87 (1987).
5. Maloof, "The Consequences of Incest: Giving and Taking Life", The Psychological Aspects of Abortion (eds. Mall & Watts, Washington, D.C., University Publications of America, 1979) 84-85.
D. Reardon
reardon@operamail.com