Mariana Moncasi cuenta a LA RAZÓN las peripecias que tuvo que sortear para seguir con el embarazo
La reciente ampliación de la ley del aborto propuesta por el Gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero vuelve a poner en el candelero de la opinión pública la confrontación entre la cultura de la muerte que impera en gran parte de Europa o el de la vida que defiende, entre otras instituciones, la Iglesia católica. Mariana Moncasi no quiso abortar a su hija hace cuatro años a pesar de la recomendación médica por tener «la malformación de la espina bífida». Después del nacimiento de su hija, Mariana es feliz al haber decidido apostar por la vida de su niña en contra del parecer médico.
La pequeña Mariana, de cuatro años, en los brazos de su madre
Gonzalo de Alvear
Zaragoza- Hace cuatro años que a Mariana Mocasi le diagnosticaron que el bebé que esperaba tenía espina bífida, un defecto que consiste en que la columna no se cierra totalmente y a través de ese hueco la médula se sale, lo que provoca disfunciones en el aparato locomotor, úteres y cabeza. «Cuando eso ocurrió, mi ginecólogo me dirigió a la sanidad pública, concretamente al Hospital Infantil de Zaragoza, ya que los medios que tienen son superiores y estamos hablamos de ginecología de alto riesgo». «En las reuniones preliminares –cuenta Mariana– los médicos no solamente me ofrecieron la posibilidad de abortar, sino que me hicieron sentir culpable por decidir seguir adelante con mi embarazo, tachándome de inconsciente y de frívola. No me respetaron en absoluto. Fue un acoso que supongo se debió a que ellos se buscaban evitar posibles problemas posteriores como demandas o casas así». Mariana cuenta su experiencia con esos médicos con gran indignación: «Lo cierto es que cada vez nacen menos niños con este u otros problemas. Me pareció una muestra de sadismo nazi disfrazado con el uniforme de la progresía que dice “todo el que me molesta, fuera”. Así que decidimos mi marido y yo tenerlo en un hospital privado e inmediatamente después de nacer lo trasladamos a la sección de Pediatría del Hospital Infantil en donde atendieron a la niña maravillosamente». Mariana nunca tuvo ninguna duda de que su hija era un ser humano. «Notaba sus patadas, a pesar de todo lo que me decían algunos médicos. La quería antes de nacer y además tengo la fe que llevaba una vida en mis entrañas que no me pertenece, una niña con derecho a nacer, a pesar de los problemas con los que venía». «El nacimiento de la niña sirvió para que mi marido y yo –dice Mariana– nos uniéramos muchísimo más; nos ha hecho mejores personas, más humanos, más sensibles incluyendo a su hermano». Sus familias y gran parte de sus amigos también les apoyaron incondicionalmente, además de la «Asociación de Espina Bífida» de Madrid. «Hay que tener muy en cuenta que el problema tiende a magnificarse en el comienzo pero con el tiempo te das cuenta que no es tan tremendo como te lo pintaban y te haces con él. Fundamental ha sido educar a la niña en que siempre debe superarse pero que sus esfuerzos siempre tienen una recompensa», señala Mariana. Y gracias a este esfuerzo, la pequeña Mariana camina y corretea, aunque sea con fédulas, y hasta esquía y es la segunda de su clase. Una bofetada moral en la cara a los médicos que quisieron acabar con la vida de esta pequeña. (Más información de la Asociación de la Espida Bífida : 91 563 0 448).
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