Ayuda a los embriones congelados III
(Por: Francisco José Ballesta, Colaborador de Mujer Nueva, 2004-12-10)
Lic. en Medicina. Lic. en Bioética. Maestría en Educación
Ha pasado casi un año y medio desde la aparición (finales de julio 2003) del proyecto de reforma de la ley española sobre técnicas de reproducción asistida (ley 35 de 21 de noviembre de 1988). La noticia provocó las aclaraciones éticas contenidas en “Ayuda a los embriones congelados I y II”. En este tiempo hemos asistido a la aprobación de dicha reforma en España (ley 45 de 22 de noviembre del 2003) y también al nacimiento de la ley italiana al respecto (ley 40 de 10 de febrero del 2004).
Mientras en España el legislador, en lugar de dar marcha atrás a la ley 35/88, daba pasos en la dirección equivocada, con la ley 45/03, en Italia se estaba madurando una de las leyes más sabias de las que existen en el mundo sobre el tema, una ley que mira, como también hace la ley alemana de 1990, a lo que tiene que procurar cualquier ley que se precie de ser justa, es decir, a la protección del más débil; en este caso, a la protección del embrión.
La aprobación de la ley italiana ha desencadenado una fuerte reacción liberal hasta el punto de provocar la convocatoria de un referéndum abrogatorio. Conforme pasan los días, se difunde más la opinión de que merece la pena salvar esta ley de la abrogación. A pesar de que no llene todas las expectativas éticas que muchos desearían ver contempladas en una ley de este tipo, sin duda será muy difícil legislar con más perfección si esta ley desaparece. Los políticos partidarios de la misma, que primero han tratado de salvarla proponiendo reformas, se están dando cuenta de que cualquier concesión en la línea liberal, para neutralizar la pretensión derogatoria, es un retroceso; de que no hay que tenerle miedo a un referéndum de este tipo; aunque el riego sea grande, la ley puede salir reforzada después de este ataque frontal. Veremos qué sucederá.
En España, el inesperado vuelco político (marzo 2004) aceleró la marcha en la dirección equivocada y se han ido sucediendo en cascada, con la facilidad con la que se cae por una pendiente resbaladiza, la supresión de las tímidas precauciones que todavía auspiciaba la reforma del 2003, la elaboración de normativa y la creación de los centros de investigación que se encargarán de aprovechar los embriones congelados existentes.
Afortunadamente la conciencia de muchos ciudadanos ya no da para más y la sociedad española parece querer reaccionar ante el deterioro ético-legal al que asistimos casi día con día, en este y otros campos. El David del sentido común, sencillo, pequeño, pero sin miedo al Goliat de los intereses económicos de la tecnología avasalladora, se dispone a hacerle frente con los medios a su alcance. Quizás una pequeña piedra metida en el engranaje de la tecnocracia, a través de los resquicios que deja abiertos el estado de derecho, pueda detener esta maquinaria y derribar al gigante. Por lo menos un susto sí le puede dar. Así veo la actividad que está llevando adelante la Dra. Ana María Vázquez Rodríguez con la promoción de una Iniciativa Legislativa Popular para la protección y acogimiento de embriones. Prestarle atención y echar una mano puede ser el principio del fin de tanto abuso legal sobre los embriones congelados, los seres humanos más discriminados y desvalidos que nunca han existido.
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